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REVISTA GENERAL DE MARINA ENE FEB 2018

Extrañado embarqué en el submarino. El ingeniero me dijo que iban a probar los motores y el sistema de gobierno para lo que estaban autorizados. Los motores rodaban desembragados y el barco no seguía al remolcador. El Torelli ponía proa a tierra (al W), un oficial se puso a tomar marcaciones por el Sol para hallar desvíos, el comandante me dijo que aprovechaban esta contingencia del reviro porque luego en amarradero fijo no la podrían hacer. En estos momentos entró el Uad Martín que se puso por tierra a unos 200 m de nosotros. A las 17:45 el buque había girado casi 180º con la proa casi al SSE. Apremié al comandante para que cesara en las pruebas y se dirigiera a la Dársena de Maliaño, a lo que me contesto, que sí, que iba a hacer la ciaboga con este objeto, pero inmediatamente comprendí que no debía ser esa su intención al mandar una maniobra totalmente contraria, pues no solo mandó dar “avante toda” la hélice de estribor sino que ordenó meter el timón, que yo creía inútil, a babor y largar el remolque. Inútilmente insistí al comandante para que ejecutara la maniobra inversa o parara, continuó, alegando “que iba a buscar más espacio para hacer la maniobra”. Mientras esto sucedía, el barco había puesto en marcha el otro motor que al igual que el servo yo creía inútil. Y el buque navegaba a toda por el canal, siguiéndonos el Uad Martín del que nos alejábamos por instantes. Desde el puente donde me encontraba no podía acercarme a la rueda del timón, colocada en el interior de la torreta, ni me era posible intentar nada para evitar la evasión del submarino, donde como es natural, solo obedecían las voces del comandante que continuaba diciéndome que viraría. Aun en la boca del puerto continuaba jurándome que solo iba a probar y volvería. Repetí al comandante italiano lo que con anterioridad le había manifestado, sobre su poco correcto comportamiento y los engaños con que una y otra vez, habían correspondido a las consideraciones de nosotros recibidas. Se encontraba el buque aun a corta distancia de tierra cuando sugerí (con el objeto de indicar al Uad Martín que procediera por las armas a frustrar la evasión) que parase para que con el pretexto de nuestro transbordo se acercara al guardacostas. Sospechando mi idea se negó a complacerme, manifestándome que nos transbordaría a otro barco, lo que efectivamente realizó cuando nos encontrábamos a diez millas de tierra. Siendo también inútil mi oposición a que ello se realizara, pues reteniéndome se aproximaron al bonitero San José n.º 4, de Bermeo que se abarloó al submarino, y cogido violentamente el que suscribe por el comandante y el segundo del sumergible me embarcaron o mejor dicho me arrojaron sobre el precitado pesquero, del que no conseguí desembarcar nuevamente por impedírmelo con sus brazos la dotación italiana que acordonaba la cubierta. El Uad Martín, que después de haber parado, dio avante nuevamente al ver pesquero y submarino abarloados nos recogió de aquella embarcación. A las 19:45 atracaba el Uad Martín al muelle y desembarcábamos de su bordo.» TEMAS GENERALES 2018 51


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