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REVISTA SANIDAD FAS ENE MAR 2018

Ponte Hernando FJ., et. al. una obra científica. Por esta circunstancia de rescate y difusión le fue reconocida su labor en pro de la sanidad militar nombrándo-le «Sanitario de Honor». Pero, con ser meritoria esta actividad, debemos matizar que con respecto al tratamiento dado a Gó-mez Ulla discrepamos de la valoración ideológica que hace, pues la consideramos sesgada y errónea, según los datos que hemos aportado en este trabajo, y con respecto a la obra científica, or-ganizativa y docente también hemos aportado suficientes datos para considerarle un científico del que puede enorgullecerse el Cuerpo Militar de Sanidad. En todo caso queda claro que ambos autores califican de es-casísima la producción científica de D. Mariano. Sobre este asunto nosotros opinamos que no han considera-do apropiadamente al autor en su contexto. Tampoco han reco-gido o encontrado suficientes datos de su obra, ya que podemos acreditar no menos de 27 publicaciones de Gómez Ulla entre capítulos de libros, artículos, conferencias, prólogos y una tesis doctoral dirigida por él, en el año 1944 bajo el título «Tensión arterial como cualidad de reacción» del doctorando Eduardo González Menéndez. Se puede encontrar en el apartado de Tesis Inéditas de la Universidad Complutense de Madrid. También en otros libros como el «Manual de Cirugía de Guerra», de L. Martín Santos, que prologa Gómez Ulla, es obvia la huella del maestro en toda la obra. ¿Idiosincrasia antipublicista? Mariano Gómez Ulla fue un genuino representante de la Es-cuela Médica Compostelana. Esta se caracterizaba porque sus miembros eran clínicos notables, algunos eminentes, pasados por el crisol de siglos. Recibieron experiencias médicas de todo el orbe debido al contacto con todos los viajeros, tanto médicos (ya que algunos famosos médicos de Salerno y Montpellier fueron traídos en la Edad Media por diversos Arzobispos como Diego Gelmírez), como enfermos, llegados al Hospital Real por el Ca-mino de Santiago. No obstante eran poco dados a escribir sus experiencias (Baltar). De hecho fenómenos como el uso del éter en 1847 y del cloroformo se realizaron en Santiago a las pocas semanas de haberse publicado los primeros trabajos mundiales de estos temas, a la par, o antes, que el Dr. Argumosa en Madrid. Estos datos fueron publicados en revistas de la época como el «Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia» y recogido en la tesis doctoral del Dr. Balboa42 que contradice las afirmaciones del, habitualmente, ligero e impreciso incursionista por la Historia de la Medicina, Dr. Álvarez Sierra43, mucho mejor tisiólogo que historiador médico. 58  Sanid. mil. 2018; 74 (1) A tal punto es esto cierto que D. Juan Barcia Caballero (1852-1926), abuelo del Profesor Barcia Goyanes y profesor de Gómez Ulla, que junto con Miguel Gil Casares y Roberto Nóvoa Santos, fue uno de los pocos que incumplió esta norma, denominaba, con profundo desconsuelo, a esta tendencia: «La idiosincrasia antipublicista de mis compañeros de claustro». En especial refiriéndose a su maestro, compartido con Gómez Ulla, Timoteo Sánchez Freire. Le desesperaba el que D. Timoteo no diese a conocer, por escrito, su mucha sabiduría clínica. También se quejó de ello en la propia necrológica del Prof. Maximino Tei-jeiro. (Véase nuestra biografía de Sánchez Freire). Este hecho es extensivo a otros maestros de esta Escuela trasladados a Madrid, como López Elizagaray y Varela Radío. Este último fue uno de los catedráticos de tocoginecología más importantes de la primera mitad del siglo XX, que creó una Es-cuela obstétrico-ginecológica más que notable, con discípulos catedráticos como Alejandro Otero, en Granada, y Morillo Uña en Santiago, entre otros. Sin embargo, casi no publicó nada. (Olagüe). No obstante, en la bibliografía aportamos pruebas de que Gómez Ulla, aunque no fue, efectivamente, un gran publi-cista médico, influido, sin duda, por lo explicado antes, tiene una obra a considerar que, en parte, no ha sido descrita hasta ahora. Pudiera ser, también, que omitamos alguna publicación que no hayamos localizado por el momento. CONCLUSIONES 1.-Gómez Ulla es el arquetipo del Médico Militar, por haber conseguido, de modo destacadísimo, aunar las facetas de jefe or-ganizador y de cirujano eminente. Fue, por ello, homenajeado por el pueblo y el Ejército y condecorado por la Monarquía, la Dictadura de Primo de Rivera, la II República y el Régimen de Franco. 2.-Se Mantuvo al día en todos los aspectos científicos de su incumbencia referidos a: Planificación, Logística, Cirugía, Anes-tesia, Rehabilitación y Medicina Preventiva, con aportaciones valiosas y vanguardistas. Ciertamente más prácticas que teóricas o librescas. 3.- En la vida civil alcanzó las metas citadas, destacando es-pecialmente su condición de Académico de Número de Medici-na, Presidente del Consejo General del Colegio de Médicos de España y Vicepresidente, con Goyanes Capdevila, de la Asocia-ción Española de Cirujanos entre otras. 4.-Cuando aún vivían médicos militares de generaciones an-teriores, que habían alcanzado cotas de elevado prestigio, cáte-dras y sillones de Academias, Gómez Ulla destacó por encima de todos ellos, dejando, como auténtico maestro, una Escuela quirúrgica de discípulos formados a su imagen y semejanza, los Dres: Iñigo, Gómez Durán, Herrer Menguijón, Martín Santos etc. que continuaron con su legado. 5.- Si tuviéramos que hacer al lector una relación de los clási-cos más esclarecidos de la cirugía de guerra de todas las épocas, no dudaríamos en incluir y comparar a Gómez Ulla con Paré, Larrey, Pirogoff, von Bergmann, y, entre los españoles, a la al-tura de cualquiera de ellos a Daza Chacón, Cristóbal Pérez de 42  Balboa Troiteiro, José Mª (1970) 1847: Comienza la Anestesia en Santiago de Compostela. Cap.IV. Experiencia sobre la anestesia producidas por el éter y el cloroformo realizadas por los Dres. José González Olivares, An-drés de Laorden y López, Vicente Guarnerio y Gómez y Antonio Casares y Rodríguez de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. 43  El Dr. Álvarez Sierra fue autor de numerosos e interesantes trabajos como La Historia de la Medicina Madrileña o el Diccionario de Autoridades Médicas, pero comete grandes omisiones e imprecisiones en nombres, fe-chas, lugares etc. En materia de Historia de la Medicina no pasó de ser un divulgador, ameno, sin duda, pero poco riguroso y fiable para la consulta de su obra por el historiador científico profesional. N. de los A.


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