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ENRIQUE GARCÍA-TORRALBA PÉREZ comerciales, lo que resultaba evidente. Ante la negativa, los diputados catalanes, sencillamente, desarmaron las galeras; y el rey, en respuesta a esta actitud que consideraba desleal, ordenó que se armasen de nuevo y que la oligarquía catalana no reincidiera en esta conducta. Los diputados obedecieron, pero consideraron estas actuaciones «amb contrafaccions notòries a les constitucions, lleis, privilegis, prerrogatives, llibertats i franqueses» (12). No quisieron ver que las órdenes regias se ajustaban rigurosamente a los términos del acuerdo de creación de la escuadra catalana, ni que eran los diputados, y no el monarca, quienes incumplían los fines de este y su compromiso de allegar los medios de mantener las galeras en estado de eficiencia para defender las costas de Cataluña (13) y no para otras finalidades. Sin embargo, la muerte del virrey y el nombramiento para el cargo del obispo de Barcelona hiceron disminuir la tensión entre las instituciones por la vía de siempre: la de ceder a las exigencias catalanas. y así, parece que el nuevo virrey alcanzó un acuerdo implícito de no oponerse expresamente a estos viajes…y de esta forma comenzó a gestarse el drama subsiguiente. En efecto, sin pedir autorización, para no dar lugar a la negativa, el 3 de julio de 1623 salieron de Barcelona las galeras capitana y patrona para un viaje de transporte de dinero y telas, que las llevaría a Génova y Sicilia, es decir al otro extremo del Mediterráneo occidental, dejando indefensas las costas de Cataluña. El 16 de julio llegaron a Marsella, donde fueron informadas de la presencia de corsarios africanos en esas aguas; pero, haciendo caso omiso del aviso, salieron al día siguiente para encontrarse, pasadas las seis de la tarde ―a la altura de Cannes―, con ocho galeotas tunecinas y argelinas que salieron a perseguirlas. Las galeras catalanas dieron la vuelta para huir, navegando a remo y a vela por tener el viento del noroeste, favorable a perseguidores y perseguidos. Las dos galeras catalanas no consiguieron llegar a St. Tropez, donde había fortificaciones defensivas, sino que se refugiaron en la cala de San Rafael, más próxima pero carente de defensas, al parecer porque los perseguidores «venían muy cerca» y las alcanzarían antes de llegar a lugar defendido. Interesa detenerse en este punto porque esta fue, sin duda, la causa primera del desastre. Consta en las actuaciones abiertas para esclarecer responsabilidades que las galeras habían navegado con viento del sudeste durante todo el día, por lo que la chusma estaba descansada al haberse empleado solo la vela; y que, hasta pasadas las seis de la tarde, el viento no roló al nordeste, es decir en dirección exactamente contraria y favorable para la inversión del rumbo efectuada al avistar a los corsarios. Esto quiere decir que las galeotas enemigas, en igualdad (12)  Ibídem, p. 110. (13)  El capítulo 64 de las resoluciones adoptadas en las Cortes de Barcelona de 1599 imponía «l’obligatorietat de navegar en defensa de les costes catalanes». Esta era su razón de ser. 36 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 140


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