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RHN 140 MAS SUPLEMENTO

ENRIQUE GARCÍA-TORRALBA PÉREZ talmente por disponer de piezas artilleras de calibre mucho mayor que la de esta (aproximadamente en una relación 24 a 18 frente a 8) y con más alcance, además de ser también buques más resistentes. Así pues, dos galeras adecuadamente guarnecidas podían haber planteado una defensa muy dura, abriendo fuego fuera del alcance de la artillería de las galeotas y con efectos bastante más contundentes. Sin embargo, la codicia y el desgobierno de los responsables de las galeras hicieron imposible esta alternativa. En efecto, de la misma ordenanza mencionada sobre tripulaciones resulta que las galeras deberían haber llevado 372 marineros y soldados de guarnición, es decir la «gente de cabo», denominada así para diferenciarla de la chusma o «gente de remo». Pues bien, entre las dos galeras solo se contaba con 25 marineros y 50 soldados, «los más dellos bisoños » (19), es decir faltaba casi el 80 por 100 de la dotación reglamentaria. y además disponían de un armamento defectuoso, pues uno de los testigos que depusieron en el proceso, el artillero Antoni Sacares, dijo que la pólvora estaba mojada, mientras que el soldado Raimon Codina testificó que las balas suministradas eran pocas, malas y escogidas con tan mal criterio que resultaban grandes para los mosquetes y pequeñas para los arcabuces. En estas circunstancias, era imposible resistir el ataque de 800 a 900 piratas, como indican las fuentes. El resultado de este cúmulo de corrupciones, irresponsabilidades e incompetencias solo podía ser el desastre. Pero todavía era posible hacer peor las cosas y, efectivamente, se hicieron peor. Al poco de llegar a tierra, se pidió ayuda a la gente del pueblo de Fréjus, pero no hubo acuerdo en la paga que se habría de dar a los voluntarios que acudieran a defender las galeras. Tampoco se decidió desembarcar las mercancías, ni siquiera el dinero, ante el temor de que lo robasen los franceses, planteamientos todos absurdos porque era preferible pagar a los voluntarios franceses, por elevada que fuese la cantidad, que perder todo a manos de los piratas; y también era preferible desembarcar el dinero, que estaría mejor protegido por los 75 hombres disponibles, que abandonarlo en las galeras y perderlo todo, como a la postre ocurrió. En este ambiente de confusión y desesperanza, cuando rompía el alba, ante la irrupción de las galeras sarracenas soldados, marineros y pasajeros ―con los capitanes y oficiales a la cabeza― abandonaron las galeras desordenadamente para refugiarse en tierra, sin atender a liberar a los forzados, quienes les pedían desesperados que no los abandonaron en manos de los moros, pues muchos de ellos eran cristianos condenados a pena de galeras y ser apresados significaba la esclavitud de por vida. Cuando se decidió liberarlos ya era tarde y muchos quedaron en los barcos, a medio desencadenar y abandonados a su suerte. Además de las pérdidas humanas, las económicas fueron inmensas pues, según testimonios prestados durante el proceso, las del Estado se cifraron en 120.000 ducados, y hubo particulares que perdieron también cantidades considerables. Solo en telas se perdieron otros 30.000 ducados, y a todo ello hay (19)  Ibídem, p. 131. 38 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 140


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