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Revista de Historia Militar 123

192 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA Con ello, pretendía tres cosas: Primero; desconcertar al enemigo. Segundo; acabar de instruir a sus “bisoñas”12 tropas. Y tercero; tratar de lograr adhesiones al rey de Nápoles. En un mes había tomado posesión de las cinco fortalezas concedidas por el rey Fernando II, aunque los puntos clave seguían en manos francesas. El Señor de Aubigny, gobernador de la Calabria y segundo del duque de Montpensier, viendo los progresos del ejército hispano-napolitano, se dispuso a combatir cuanto antes y reuniendo un ejército de 400 hombres de armas, 600 caballos ligeros, un cuerpo de infantería suiza y otro de milicias del país, se dirigió a Seminara para presentar batalla. Fernández de Córdoba aconsejó al rey no aceptar la batalla, al desconocer el potencial francés y desconfiar de la calidad de los voluntarios napolitanos, proponiendo la retirada a la plaza de Seminara y analizar al enemigo. El monarca influenciado por sus capitanes decidió presentar batalla al francés. El 21 de junio, las tropas aliadas se desplegaron en unas colinas al este de la plaza a cuyo pie discurría un riachuelo vadeable. La disposición de las tropas fue la siguiente: A la derecha los 1.000 infantes y 400 jinetes españoles; a la izquierda los 6.000 voluntarios napolitanos y calabreses de Fernando II. El Señor de Aubigny formó a su caballería, y a su derecha colocó a los piqueros suizos. En su retaguardia, dejó las tropas del país. Comenzaron el ataque los “señores de armas” franceses, avanzando hacia el riachuelo vadeable. Los 400 jinetes españoles se lanzaron sobre ellos para tratar de desorganizarlos. El Señor de Aubigny y su lugarteniente Precy se lanzaron sobre su caballería para rehacerla y lanzarla de nuevo al ataque. Los españoles, fieles a sus tácticas guerreras aprendidas durante la lucha contra los moros, retrocedieron a sus posiciones para reorganizarse y volver a la carga. Los napolitanos, creyendo que la caballería española huía, se dieron a la fuga sin llegar a pelear. El Señor de Aubigny lanzó sobre ellos su caballería haciendo gran carnicería. En el campo de batalla quedó solo la infantería y caballería españolas que al mando de Fernández de Córdoba inició una ordenada retirada hacia Seminara. Esta fue la única derrota del general español, si bien no fue achacable a él. Tras la batalla, Fernández de Córdoba abandonó las plazas ocupadas y se refugió en Reggio, mientras que Fernando II se trasladó a Sicilia en busca de refuerzos, volviendo al poco tiempo con la escuadra del almirante 12  “Bisoño”, del italiano “necesito”, término acuñado en los Tercios Viejos para referirse a los nuevos soldados que, viniendo de España, no sabían dónde procurarse sus más básicas necesidades (bisoño pane, bisoño vino). Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 192-232. ISSN: 0482-5748


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