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Revista de Historia Militar 123

222 JOSÉ ANTONIO PÉREZ GIMENA virrey de Nápoles), apoyada por el resto de los españoles de Pescara y los alemanes de Frundsberg, finalmente los italianos con 16 piezas de artillería. La columna de avance imperial, atravesaba el bosque que cubría buena parte de ese sector del parque, al detectar el dispositivo francés, comenzó a desplegarse frente a su enemigo de la siguiente forma; Pescara encabezó una unidad de españoles que llevó hacia la colina en cuya cima se levantaba el palacio de Mirabello, una posición desde la cual se dominaba el campo de batalla y se podía, además, sorprender de través a los franceses si estos desencadenaran un ataque, cubriendo el flanco izquierdo de su línea de batalla, que junto con el marqués de Vasto, comandaba la infantería española, tanto arcabuceros como piqueros (en este orden de izquierda a derecha). En el centro estaba Frundsberg con el grueso de los lansquenetes, apoyado por la caballería pesada de Lannoy y flanqueado a su derecha por las unidades también de lansquenetes mandadas por Salm y Sittich. En el flanco derecho del dispositivo, entre Sittich y el muro del cazadero, estaba posicionada la caballería ligera de Sant Angelo. 3.2.3.- Primeros encuentros El expuesto centro de la línea de batalla imperial, comenzó a sufrir los efectos devastadores de la artillería de Francisco I, “más de 30 piezas gruesas, más otras muchas de campaña (...) que traen una nueva manera que sin quitar la pieza de los caballos podían jugar,”25 causando gran daño a los alemanes que se retiraron unos metros e intentando aprovechar el boscaje y los desniveles del terreno para guarecerse en lo posible de los efectos del fuego francés. En aquellos momentos iniciales de confusión, las tropas de Fleurange, junto a la caballería ligera de Tiercelin avanzaron incontenibles en dirección a la brecha por donde habían entrado los imperiales, con el ánimo de sorprender la retaguardia de Pescara en unos momentos en que sus fuerzas se encontraban casi clavadas sobre el terreno por el fuego graneado de las baterías francesas. Pero la caballería francesa y parte de los suizos, se toparon frontalmente con una unidad de infantería napolitana que, retrasada y desorientada, se encontraba todavía marchando por aquel sector. La disciplina y cohesión de las tropas al servicio del Emperador evitaron el desastre. Mientras el capitán Papacoda, al mando de esa unidad, sopesaba la posibilidad de replegarse sobre una alameda cercana a la puerta Pescarina, fue increpado por uno de sus alféreces que le espetó, “que para un día como aquel os había 25  CODOIN. Tomo 9, Pág. 430. Revista de Historia Militar, 123 (2018), pp. 222-232. ISSN: 0482-5748


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