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EJERCITO TIERRA 928

(folio 188 vº), quien estimó a Salgado incluido en el caso 1º del Art. 51 y el 5º del Art. 58; comandante Barcia Eleicegui (folio 170 vº) en el caso 4º del Art. 49; comandante Canella Tapias (folio 60 vº), capitanes Troncoso (folio 83 vº) y Robles Pazos (folio 255 vº) y teniente Mira Monerris (folio 244), casos 1º y 5º del Art. 58; capitanes D´Harcourt (folio 141), Mizzian (folio 125), Osset (folio 45) y Rodríguez Pavón (folio 99); tenientes Hidalgo (folio 63), Munáiz Brea (folio 59) y Noriega (folio 219), quienes lo incluían en el caso 1º del Art. 58; capitán Isasi de Isasmendi (folio 44 vº) en el caso 4º del Art. 49, el 12º del Art. 51 y el 5º del Art. 58. El juez instructor, teniente coronel Zoilo Espejo, probó su sentido ético al aplicar al causante el caso 5º del Art. 58. Fernández Pérez, Canella Tapias, capitanes D´Harcourt, Mizzian, Osset, Robles Pazos y Troncoso; tenientes Hidalgo, Munáiz y Noriega, incluían a Salgado en el caso 1º del Art. 58, sobre el cual Kindelán ya previno al general Marzo. De ahí que Fernández Pérez razonase ante el ecuánime Zoilo: «Si bien es cierto que faltan algunos requisitos, es obvio que (Salgado) realizó actos de extraordinario valor». Zoilo se mostró de acuerdo. Quince votos a favor. No bastaron. Dos Laureadas silenciadas. Aquel plenario de Guerra y Marina, que presidió el teniente general Fernando Carbó Díaz (1855-1931), puso término a sus conclusiones el 7 de febrero de 1927. En su último párrafo, tras recordar los artículos del Reglamento «accesibles» al causante, se decidió por una redacción incoherente en grado sumo: «En ninguno de estos artículos encaja la brillantísima actuación (¡!) del teniente Salgado, digna de todo encomio (¡!), y por ello procede (¡!) NO PROPONER 10  /  Revista Ejército nº 928 • julio/agosto 2018 (mayúsculas en el original) su ingreso en la Real y Militar Orden de San Fernando». El texto procedía del fiscal militar y el fiscal togado —bajo anonimato ambos—, quienes lo hicieron llegar al ministro de la Guerra para la resolución de Su Majestad. Ministro al respecto (conde de López Muñoz) y Rey desafecto (Alfonso XIII) a tales evidencias, mayoría de votos favorables tenían a la vista para resolver en justicia por respeto a los héroes que murieron, pero antes vencieron sobre el campo de batalla. No reconocieron a la primera e ignoraron a los segundos SE AFIRMÓ QUE «LAS BAJAS NO PASAN DE 300», CUANDO FUERON «MIL TREINTA Y NUEVE» La prensa española se mostró exultante. En ABC (23 de agosto) se anunció que «las bajas no pasan de 300», cuando fueron casi cuatro veces más, pero bajo secreto yacieron. Entre la tropa española, los muertos y «desaparecidos» sumaron 252; los heridos y mutilados, 583. Hasta ahí, las bajas eran 842. Faltaban las sufridas por la oficialidad, que tributó por su innato coraje: 31 muertos, 47 heridos — dos aviadores más, capitán Cañete y teniente Jiménez 1 — y un piloto cautivo —capitán Herráiz, capturado el 13 de agosto; asesinado en abril o mayo de 1926 2—, lo cual suma 921. Quedaban las pérdidas indígenas, cuantificadas algunas, pero no agrupadas en el Tomo III del SHM, sí en la prensa (ABC, 24, 25 y 26 de agosto), aunque de forma anárquica. Añadieron 32 muertos y 86 heridos entre las columnas Pardo y Vera; la Novena Mía (Compañía de Policía); Mehal-la de Melilla y harcas amigas: los Beni Said de Amaruchen y el contingente de Abd el-Malek. En total, 1.039 bajas. Mortandad premiada con triunfo. Gracias al sacrificio de cuatro aviadores, de los que dos (Boy y Baeza) no tuvieron vida ni muerte en 1981, al editarse el Tomo III 3. SÚPLICA DE PADRE A UN REY EN VACACIONES A TRAVÉS DE «UN MINISTERIO EN VERANO» Todo buen padre jamás capitula ante injusticia impuesta a un hijo. Los casos de Marcelo Boy Rabassa, La Compañia de Mar desembarcando artillería en Afrau


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