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DAVID RUBIO MÁRQUEZ La Revista General de Marina, después de tachar de tendenciosas las informaciones que vinculaban lo acordado en la capital norteamericana con «el golpe de muerte para el poderío marítimo del Japón», informaba sobre la posibilidad de que este país construyera, respetando los acuerdos firmados, los buques auxiliares previstos en el plan «8-8»: «cuatro cruceros de primera clase, 15 cruceros rápidos, 60 destroyers de primera y segunda clase, a más de un considerable número de submarinos», lo que significaba, a pesar del desarme asumido, un importante programa naval (66). Era, además, censurable la falta de ambición que evidenciaba restringir el desarme al ámbito naval y no extender este impulso limitativo a otros campos armamentísticos (67). Por último, se reprochaba la no participación en las deliberaciones de Alemania y Rusia, a las que se seguía postergado deliberadamente, como se venía haciendo desde la Conferencia de Versalles, en todos los foros de política internacional (68). La reunión de Washington tuvo su continuación en la conferencia naval de Roma de febrero 1924, en la que se trató de extender lo acordado en la capital norteamericana al resto de los miembros de la Sociedad de Naciones; en la conferencia naval de Ginebra, de 1927, en la que no participaron Francia e Italia, convocada por el presidente Coolidge; en la conferencia naval de Londres de 1930, y en la conferencia de Londres de 1935-1936, a la que Japón e Italia solo mandaron observadores. Todas ellas de mucha menor importancia. La conferencia de desarme naval de Londres de 1930 fue convocada a petición del gobierno británico al estar próximas a expirar las «vacaciones navales». Francia e Italia se negaron a aceptar limitaciones de su armamento naval. Hamaguchi Osachi, primer ministro nipón, y el almirante Takeshi Takarabe, ministro de Marina, se pronunciaron a favor del nuevo tratado ratificado el 27 de octubre. En contra se manifestó el Estado Mayor de la Armada, alegando tanto la condición insular del país como su inferioridad naval frente a Estados Unidos y el Reino Unido. El 18 de junio de 1935 se firmaba el acuerdo naval anglogermano, que permitía elevar el tonelaje de la flota de guerra alemana hasta un 35 por 100 de la británica y en cuya virtud Alemania se comprometía a no emplear nunca a los submarinos contra los buques mercantes (69). Por último, la Conferencia de Londres de 1935-1936 se saldó únicamente con un acuerdo entre Francia, el Reino Unido y los Esta- (66)  «Avance sobre la probable modificación del programa de construcciones navales», en Revista General de Marina, t. LC (abril 1922), pp. 571-573. (67)  ZAMACOIS, Eduardo: «A los fabricantes de armas», en El Imparcial, 20 de julio de 1921; REVESZ, Andrés: «Ante la Conferencia de Washington», en El Sol, 11 de octubre de 1921; BARCA, Corpes: «Reflejos de París», ibídem, 26 de noviembre de 1921; «Pacifismo aparente», en La Libertad, 4 de marzo de 1922. (68)  WELLS, H.G.: «¿Paz o guerra? Sobre las huellas de Versalles», en El Sol, 19 de noviembre de 1921. (69)  El Financiero, Nota del Día, 19 de junio de 1935; «Del acuerdo naval angloalemán », en Revista General de Marina, t. CxVII (agosto 1935), p. 317. 24 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 141


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