Page 69

RGM_275_3_OCTUBRE_2018

TEMAS GENERALES seguridad, que se querían evitar confusiones, pero no tácticas sino estratégicas. se trataba no de que se distinguieran los barcos puntualmente a la hora de la guerra, sino más bien permanentemente en tiempo de paz. En definitiva, siendo la Armada la institución nacional casi única que utilizaba cotidianamente la bandera nacional, el objetivo era que representara a España con un símbolo netamente español que la diferenciara de francia. hay quien lo ignora porque no se suele explicar con claridad, pero la realidad es que, desde la llegada de los Borbones, España sufría el abrazo del oso, en este caso francés, que trataba de «comérsela» (11), y cuando se piensa que era inminente, en términos históricos, la casi culminación del banquete con la invasión «pacífica » de las tropas napoleónicas, que acabó causando la reacción que todos conocemos, se empieza a comprender cómo en determinados estamentos de la nación española debía de haber ya en los años de valdés una aspiración creciente de tener símbolos propios claramente identificativos, como los de otras naciones, que cuando menos señalaran la intención de zafarse del abrazo. pero el rey era Borbón, y era quien tenía que aceptar el cambio, y no debía de ser plato de buen gusto hacerle el feo a su poderoso sobrino segundo, Luis XvI de francia. por otro lado, al mismo tiempo el espíritu de la Ilustración anticipaba la revolución por la que el pueblo sustituiría al rey como soberano, y la nueva bandera era un claro cambio hacia una enseña más representativa de la nación. pero Carlos III, que en el último tramo de mando aflojó mucho la alianza con francia y fue un monarca poco absolutista, aceptó un cambio de bandera que vendría a simbolizar, discretamente, ambas cosas, y lo hizo de la mano de un marino que, por serlo, era a la vez ilustrado y patriota. según lo explicado, la lógica pedía discreción en los motivos verdaderos del cambio de bandera (12), y esta es la razón adicional, ya anticipada, para creer que no hubo concurso público en el proceso de decisión. pero la discreción consiste solo en la ausencia de explicación o relato, y con el Decreto de valdés estamos ante un caso de presentación de un argumento que no es el verdadero, lo cual va más allá. Remataremos la cuestión utilizando una curiosa anécdota acerca de la historia de las banderas navales en general referida a la costumbre de «disfrazarse» con un pabellón distinto del propio. y es que se puede leer en el Diccionario Marítimo Español de 1864 (13) que, allá por el siglo XIX, cuando un barco de cualquier nación quería pasar desapercibido, izaba la bandera sueca por el carácter de neutral y quizá con fama de honestidad que conllevaba entonces el otrora poderoso reino mayor de Escandinavia. (11) pedimos excusas por lo coloquial del comentario sobre un asunto tan serio. Lo hemos utilizado para evitar extendernos indebidamente en un artículo generalista como el que tiene delante el lector. (12) O’Donnell hace notar que en este asunto se aplicó una discreción parecida a la que se impuso a la expulsión de los jesuitas. (13) De Lorenzo, Murga y Martín ferreiro. 500 Octubre


RGM_275_3_OCTUBRE_2018
To see the actual publication please follow the link above