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de pagarles las horas de huelga y parón industrial—, provocó que aquella decisión fuese ruinosa para los ocupantes, pero también un nuevo golpe a su ya de por sí precaria estabilidad financiera. No obstante, sería exagerado decir que únicamente el tratado de Versalles condujo a la Segunda Guerra Mundial. Es más, aquella paz también tuvo sus consecuencias positivas, como sentar las bases para la creación de la Sociedad de Naciones, que pese a no contar con el concurso, precisamente de su proponente, los EE. UU., sí logró hacer eficazmente de árbitro en algunos focos de tensión; o para la promoción de una serie de acuerdos internacionales de control de armamento terrestre y naval; o también para la firma de una serie de acuerdos económicos multinacionales que ayudaron a Alemania a salir de su aislamiento internacional así como a sortear su crisis económica y financiera. Ejemplos de esto último fueron los planes Dawes, que gracias a una línea de crédito permitió en 1924 salir de la espiral autodestructiva a la economía alemana, y Young, que en 1929 rebajó el montante de la deuda y estableció un calendario de pagos hasta 1987 —valga como referencia que la deuda de guerra contraída por Francia estaba previsto que fuese terminada de pagar en 1988—. De hecho, gracias en parte a estas iniciativas el producto interior bruto (PIB) alemán pasó de 71 145 000 de Reichmark en 1925 a 88 486 000 tres años después. Sin embargo, el crack de Wall Street en octubre de 1929 y sus funestas consecuencias para el sistema financiero y el comercio internacional, 52  /  Revista Ejército nº 931 • noviembre 2018 Hitler aclamado por el pueblo alemán del que tanto dependía la economía alemana, truncaron esa recuperación, hasta el punto de que ese mismo PIB fue de 55 444 000 de Reichmark en 1933. Por supuesto nunca sabremos qué rumbo hubiese tomado la historia de no haberse producido esta gran crisis, pero en lo que sí existe un amplio consenso es que cuando sus consecuencias socio económicas confluyeron con el sentimiento de humillación provocado por el tratado de Versalles y el desgaste de la República alemana, provocaron una tremenda inestabilidad política en Alemania. Una situación de la que supo beneficiarse Hitler, quien tras su fracasado golpe de Estado de 1924 y su paso por la cárcel, supo catapultarse a la jefatura del Estado en 1933. Una vez allí, su agresiva política exterior y de rearme hicieron ya prácticamente imposible tratar de evitar el conflic-


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