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PAÑOL DEL ESPAÑOL ro hubiese dicho: «Tengo un barco, y lo cuido a diario». Aunque su significado es ligeramente distinto; se parece, pero no es exactamente el mismo. Seguro que el paciente lector ha detectado el matiz introducido por la conjunción y. Provoca un efecto enfático que además se incrementa al anteponerle una coma. Y llamaría más la atención si hubiese puesto un punto y seguido: «Tengo un barco. Y lo cuido a diario». Este artificio se parece al que me enseñó mi viejo amigo, médico y escritor gallego, don Álvaro Paradela, fallecido en un accidente de tráfico el 13 de diciembre de 1979, a quien debo gran parte de esta afición por el lenguaje. Un tipo de construcción que él prodigaba no solo escribiendo, sino incluso charlando. Extraigo un ejemplo de su Esteticario (Cuadernos de Amaro Orzán, 1969. Imprenta Covadonga. Ferrol), donde definió arte de la siguiente manera: «Consecuencia de tener el hombre y simultáneamente cadenas y alas». Así lo hizo, anteponiendo esa conjunción copulativa al adverbio. La misma técnica usada en el epígrafe (2) de esta colaboración para hablar del arcoíris (3). Recuerdo —y lo recuerdo como si fuera ayer— la conversación que mantuve hace más de cuatro décadas con don Álvaro aquel día gris y triste, y húmedo, tan propio de Galicia. Caminábamos los dos, paseando a sus perros por las corredoiras (4) de Freixeiro, cerca de Ferrol. Hablábamos sobre esa y enfática cuando, de repente, me soltó un «¿concuerdas?» que, como me sucedía frecuentemente con él, me dejó descolocado. Tenía que responderle. Entonces, muy humildemente, eso sí, osé comentarle que colocando dos comas se incrementaría el efecto enfático: «consecuencia de tener el hombre, y simultáneamente, cadenas y alas»; «Me gusta, y mucho, esta respuesta». Yo, casi imberbe, aún no había cumplido los dieciocho años. Él, ya sexagenario, de vuelta de todo, se paró en seco, me miró a través del humo de su pitillo mentolado permanentemente encendido, pespunteó lo que parecía una sonrisa socarrona detrás de su encanecida barba manchada de nicotina y masculló algo parecido a un «manda carallo» mientras se ponía en marcha de nuevo, cabizbajo, como él solía caminar. quien Tras esta anécdota, vuelvo al rumbo con el que empecé a enfilar ese error gramatical (2) La segunda acepción registrada en el Diccionario académico de epígrafe es «cita o sentencia que suele ponerse a la cabeza de una obra científica o literaria o de cada uno de sus capítulos o divisiones de otra clase». (3) Se puede escribir arco iris o arcoíris, pero no arcoiris (sin acentuar la primera i). (4) Estoy de acuerdo con Eduardo Pombeiro cuando dice que una corredoira es una especie de camino por el que circulan personas, animales... y hasta la lluvia. También matiza que al menos hay dos tipos: la normal y la fonda, salpicada esta última de piedras graníticas, pizarras y raíces de árboles que se fueron quedando al descubierto debido a la erosión provocada por las intensas lluvias gallegas. 1002 Diciembre


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