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Por todo ello, el cuadro se caracteriza por representar a unos soldados de gesto y postura gallarda y valiente, con unos rostros en los que se dibuja tanto la resignación a la derrota como el deseo de conservar intacto un honor que habían ganado en siglo y medio de victorias sobre sus enemigos. Corrían los tiempos en que la honra española se pagaba con sangre. Vencida la infantería de uno de los generales 16  /  Revista Ejército nº 933 • diciembre 2018 de Melo, el conde de Fuentes, y después de varios días de épicos combates, el mando de las tropas francesas, el general Luis II de Borbón Condé, al recorrer el campo de batalla quedó admirado ante lo que contemplaban sus ojos: tres infantes españoles que, de rodillas, rezan a la Virgen Inmaculada agradeciéndole su protección; al recordarlo más tarde es cuando pronuncia su famoso elogio a la infantería española: «En Rocroi la vi vencida y me pareció más grande». El conde Paul-Bernard de Fontaine, que aparece en las crónicas como conde de Fuentes, era un general de la Lorena al servicio de España, siempre crítico con la estrategia de Melo y que, a pesar de padecer gota, se hizo conducir en su silla de manos al centro del cuadro sólido erizado de picas, donde encontró la muerte. Antes de ser abatido como un soldado más envió a Melo sus insignias de general. La silla de mano se conserva como trofeo glorioso en Los Inválidos de París. Unos años antes, en 1503, durante la segunda guerra de Nápoles, una vez finalizada la batalla de Ceriñola, Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, el Gran Capitán (1453-1515), poco antes de cumplir los 60 años de servicio, ordenó que ese día, a la puesta de sol, y en lo sucesivo se dieran en sus ejércitos tres toques largos de caja de guerra, que era como se llamaba entonces al tambor. Estos toques se darían en memoria de todos los caídos en combate, tanto de sus ejércitos como de los enemigos, toques que deberían estar lo suficientemente espaciados entre sí como para permitir rezar por los caídos en la batalla. Con los rezos de esos tres infantes en Rocroi, y estos de Ceriñola, nació la costumbre militar del toque de oración a la caída del sol. «Muchos dicen que estas cosas no sucedieron nunca, pero para mí que han existido siempre». Con los rezos de esos tres infantes en Rocroi, y estos de Ceriñola, nació a la caída del sol la costumbre militar del toque de oración. 450 ANIVERSARIO DEL CAMINO ESPAÑOL Como homenaje a las gestas de los infantes de España, en la parada de la fiesta nacional del 12 de octubre de 2017 desfiló, por el Paseo de la Castellana de Madrid, un grupo de Virgen Inmaculada que se encontraba en el Alcázar, en un pequeño oratorio de la enfermería que había entonces en la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia ubicabas en el Alcázar de Toledo. Acompañó a los 1785 defensores (1235 militares, y 550 entre mujeres y niños) durante los 69 días del asedio (2 julio al 27 septiembre de 1936). Por la devoción de los sitiados, comenzó a llamarse Virgen de Nuestra Señora del Alcázar. En la actualidad, la imagen se encuentra en la Catedral Primada de la Ciudad Imperial, en la capilla que lleva su nombre y que en un principio se llamó de Reyes Viejos


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