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BROTAN LAS AMAPOLAS: POESÍA BRITÁNICA DE TRINCHERA… 109 tas –de tanto arraigo en la cultura anglosajona- emplearon en el siglo XIX el fascinante colorido de la amapola y aludieron a sus propiedades semio-piáceas para ilustrar sus mágicas composiciones (así en la famosa Ariadna de John William Waterhouse, donde un púrpura sensual e inquietante llama poderosamente la atención del espectador).16 En 1917 los países beligerantes, sus ejércitos y pueblos, parecen ex-haustos, incapaces de resolver la situación de jaque mate mutuo en que están sumidos. Las líneas de trincheras se han hecho interminables y, a lo que se ve, mutuamente inexpugnables, lo que no implica que los frentes permanez-can inactivos, sino en un continuo desgaste en que los muertos de ambos bandos se cuentan por centenares de miles. El desánimo -y los motines- co-mienzan a enseñorearse de los frentes, contagiando a unas retaguardias que claman por una paz que, sin embargo, se muestra lejana y esquiva. Nuevas armas, de un poder destructivo nunca antes visto, siembran el pánico entre los combatientes pero no logran romper el equilibrio a favor de ninguno de los beligerantes: aviones de combate y enormes dirigibles bombardeando Londres, carros de combate recién llegados a unos campos de batalla que acabarán dominando, cañones de calibres descomunales, ametralladoras de gran velocidad y capacidad de fuego, guerra química, dreadnoughts y su-mergibles acechando en la mar… Para el lector de hoy, conocedor de la Segunda Guerra Mundial, la amenaza nuclear desde 1945 y las guerras del terror del siglo XXI, todo esto puede sonar antiguo, pero para el ciudadano medio del 17 las noticias que le llegaban del frente eran recibidas como si el mundo estuviera sumido en un auténtico apocalipsis (por no hablar de sus propios padecimientos, pues muchos civiles sufrieron en carne propia los desastres de la guerra o sus consecuencias en forma restricciones económi-cas y de todo tipo). Cuando el teniente coronel médico canadiense John McCrae llegó a su hospital de sangre en las cercanías de Ypres fue sin duda una situa-ción parecida a la descrita la que se encontró. Nacido en un pueblo de las inmediaciones de Ontario, McCrae provenía de una familia de emigrantes escoceses establecida en Canadá y muy pronto destacó como gran estudian-te, doctorándose en Medicina con altas calificaciones. La experiencia de la guerra no era nueva para él pues había servido en la Guerra de los Boers (1899-1902) con el contingente de su país, si bien todavía no como cirujano sino como oficial en una batería de Artillería. La magnitud de la tragedia 16  El autor agradece a don Ángel Gómez Moreno, catedrático de Filología española en la Uni-versidad Complutense de Madrid, la cesión para este estudio de todo este párrafo, donde el profesor mezcla su erudición histórica con su pasión botánica para aclararnos la importancia de la amapola en la cultura universal. Revista de Historia Militar, 124 (2018), pp. 109-128. ISSN: 0482-5748


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