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CARACTERÍSTICAS Y EVOLUCIÓN DEL EJÉRCITO DE CARTAGO… 219 EL MANDO DEL EJÉRCITO Ya hemos visto algunos ejemplos de los generales que eran nombra-dos al mando del ejército de Cartago en las intervenciones militares realiza-das que se realizaban en el exterior del propio territorio de Cartago: Malco en el siglo VI a. C. en Sicilia primero y en Cerdeña después, Amílcar prime-ro y Aníbal después, en actuaciones en Sicilia en el siglo V a. C. Todos los casos conocidos indican que ese Strategos o general en jefe de las tropas, que Justino nombra como dux o como imperator, tuvo siempre un protago-nismo principal y absoluto como correspondía al conductor de una fuerza armada en combate: durante el tiempo de su acción militar prácticamente nada interferirá en sus decisiones. Esta tradición existente en Cartago, desde luego vigente desde el si-glo VI a. C. es la que explica cumplidamente el fuerte poder conseguido a partir del 237 a. C. en Hispania por parte de Amílcar Barca, y después por su hijo Aníbal en la guerra con Roma, que las fuentes filo-romanas mal inter-pretarían al sugerir que se habían impuesto en poder sobre la propia Cartago como unos auténticos reyes o déspotas que se sobrepusieron al legítimo poder de su urbe. Una interpretación que se juega alternativamente en contra de alguno de los Bárquidas, y sobre todo siempre de Aníbal. Este enorme poder del general en jefe hará que incluso los mismos fueran interpreta-dos en ocasiones como reyes por parte de los griegos23, pues ellos estaban acostumbrados a una mayor limitación de competencias. Sin embargo, debe indicarse que los Bárquidas no hicieron sino mantener la tradición político-militar seguida permanentemente por parte de Cartago y que señalamos en el presente trabajo: el poder “real” de los generales en el curso de la guerra, lo que no impide que realmente estuvieran sometidos al poder cívico repre-sentado sobre todo por el Senado24. Es cierto que en algunas raras ocasiones el poder del general, en desacuerdo con el Senado, terminaba por conducir a un conflicto político que podía alcanzar una gran magnitud. A nuestro juicio, tan injustifica-do desde el análisis histórico más equilibrado es el exagerar la existencia de estas disensiones, que fueron muy contadas a lo largo de una extensa Historia25, como el ignorar o minusvalorar las mismas como reflejo de la 23  ISOCR.: Nic. 24 afirmaba que los espartanos y los cartagineses ponían a su frente a reyes para el desarrollo de la guerra. 24  Vid. el trabajo de FANTAR, M. H.: “A propos des institutions politiques et administratives de Carthage: la questión de la Royauté”, Actes du 1er Congrès d´Histoire et de Civilisation du Maghreb, vol. 1, Túnez, 1979, pp. 33-48. 25  Como muy bien destaca WAGNER, C.G.: Cartago. Una ciudad, dos leyendas, Madrid, 2000, p. 193: “apenas un par de generales con mando en toda la historia de Cartago, Malco en el si- Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 219-238. ISSN: 0482-5748


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