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JUSTICIA MILITAR Y CONFLICTOS DE COMPETENCIAS… 75 Aunque el delito más frecuente entre las tropas fue la deserción, no faltaron los juicios por otros delitos como el robo o el asesinato, los de aman-cebamiento, matrimonios ilegales, sodomía, etc. Expondremos a continua-ción el caso de un crimen cometido por un oficial en 1732 en cuyo enjuicia-miento participó Manuel de Santisteban. Se trataba del asesinato en Manila de un cabo de escuadra del tercio de Manila, Cayetano Francisco, por parte del alférez Antonio Claramonte en una reyerta entre varios oficiales ocurrida de madrugada al salir de la celebración de un bautizo. Los hechos, según las declaraciones de los testigos ante el alcalde ordinario del parián de Manila fueron los siguientes: el alférez en compañía de otros oficiales, entre ellos el capitán Cayetano de Herrera que también resultó imputado, habían asistido a la celebración de un bautizo en casa de un criollo, ahijado de Herrera, y a la posterior fiesta que se prolongó hasta las cuatro de la madrugada. Al abandonar la casa situada extramuros en la calzada de San Antón, se pararon al pie de la ermita del santo y se inició una discusión entre los oficiales y el cabo de escuadra, todos en probable estado de embriaguez, con reproches mutuos entre el capitán Miguel de Vargas y el alférez Claramonte. El capitán Vargas le reprochó al alférez Claramonte que «los benefi-cios se retornan con ingratitudes», refiriéndose a ciertos favores que le había hecho y prosiguió: «señor alférez ¿es posible que haciéndole yo a usted bien me haga usted mal?». A lo que Claramonte respondió que: «no le he hecho a usted ningún mal, antes si usted, pues se ha dejado decir que a mantenido mi casa como cinco meses». Vargas le corrigió y dijo «no haber dicho tal, sino que en su casa no le había faltado (al alférez) que almorzar ni comer ni ce-nar ni dos reales tal o cual vez para gastar». Estas expresiones muestran las precarias condiciones de vida de muchos militares en el archipiélago, pues sabemos por otros documentos los escasos sueldos que recibían, no solo los soldados sino también los oficiales.19 La disputa fue subiendo de tono y a pesar de las reconvenciones de los presentes al alférez para que depusiera su actitud, el oficial les amenazó diciendo que «al señor (Vargas) y a cuantos hubiere aquí les daría con un 19  AGI. Filipinas, 919. Expedientes de defensa de 1729 a 1749. La paga del soldado en Manila era muy exigua desde las primeras décadas de la centuria, solo 8 cuartos al día (casi un real diario o 2 pesos al mes) y una fanega de arroz al mes. Estos salarios eran inferiores a los per-cibidos unas décadas antes: hasta 8 pesos mensuales a mediados del Seiscientos, pues los go-bernadores que precedieron al marqués de Ovando habían efectuado dicha rebaja para ahorrar costes a la hacienda. El gobernador Valdés Tamón, informaba que esa paga no les permitía mantenerse ni 15 días. Hacia 1744, el gobernador Gaspar de la Torre propuso subir la paga de los capitanes en 10 pesos mensuales, en 5 pesos a los sargentos y en 1peso a los soldados. Según las certificaciones de los oficiales de la hacienda, los sueldos mensuales que cobraban desde hacía años eran de 15 pesos, 3 pesos y 2 pesos respectivamente. Revista de Historia Militar, 124 (2018), pp. 75-90. ISSN: 0482-5748


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