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UNA CRÓNICA DE LA RETAGUARDIA DE LA GRAN ARMADA. LEYVA, RECALDE... ran rezagadas. También tuvieron problemas las voluminosas urcas bálticas, de difícil manejo en una tempestad. Los navíos comenzaron a agotar las provisiones; el escorbuto y el tifus hicieron mella en las tripulaciones. La necesidad de aprovisionarse, de atender a los heridos y de hacer aguada llevó a los barcos rezagados a acercarse a la costa y atender sus necesidades en tierra irlandesa. Muchos barcos habían cortado las cadenas de sus anclas durante el ataque de los brulotes en Calais, por lo que el fondeo no podía realizarse con garantías. Cuando se desataron las tormentas, los barcos, deficientemente fondeados, con parte de sus tripulaciones en tierra, no fueron capaces de zarpar con tiempo suficiente de alejarse de la costa. Muchos soldados y marineros murieron ahogados. Otros consiguieron mantenerse con vida tras los naufragios, pero no sobrevivieron a las armas de las guarniciones inglesas. Algunos de los huidos consiguieron contactar con otros de sus desafortunados compañeros e iniciaron caminatas en busca de otros barcos o de un lugar donde obtener refugio hasta que alguien les ayudase a poner sus vidas a salvo. Un gran grupo compuesto por tripulantes de varias naves quedó reunido bajo el mando del capitán Alonso Martínez de Leyva. Soportaron el acoso inglés fortificados, negándose a rendirse, pero cuando navegaban hacia Escocia abandonando Irlanda, un nuevo temporal destrozó su nave. Otros, sin embargo, no sobrevivieron a las crueles acciones de Fitzwillam, los hermanos Bingham o Clancy. Además de mancillar los cadáveres y rematar a los moribundos en las playas, Bingham cometió con total frialdad un crimen atroz. Fue él mismo quien informó el 1 de octubre de que solo quedaban unos pocos prisioneros «tontos» y que la región estaba libre de extranjeros. Estos prisioneros eran los aproximadamente trescientos supervivientes de los naufragios, que los irlandeses fueron entregando a las tropas de Bingham en los condados de Galway y Mayo, en Connaught. En el pueblo de Galway hoy se puede leer una placa que recuerda cómo 300 españoles fueron sacados de la cárcel, paseados por las calles hasta el convento agustiniano y ejecutados allí, sin previo juicio ni piedad. Eso ocurrió el 9 de octubre de 1588, una semana después de que Bingham se vanagloriara de haber acabado con todos los españoles, «salvo algunos tontos». Los debates acerca de la actitud de Medina Sidonia en Plymouth, y en Calais, sobre la decisión de regresar rodeando las islas y el abandono a su suerte de la retaguardia siguen vivos 530 años después. Recalde y Leyva fueron muy duros en sus juicios respecto al capitán general de la armada, en ocasiones demasiado. Pero la actuación del duque en combate no dejó nada que desear, aunque pudo pecar de falta de osadía (67). (67)  GONZÁLEZ-ALLER HIERRO, J.I.: «Teatros de operaciones navales. Flandes, mar del Norte y armadas contra Inglaterra», en O’DONNELL, H. (dir. y coord.): Historia militar de España. Tomo I: Edad Moderna, vol. I: Ultramar y la Marina. Laberinto-Ministerio de Defensa, Madrid, 2012, p. 208. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 31


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