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o venablos. Como es lógico, los que estuvieran delante, a los cuales po‑demos designar con buena volun‑tad como filas delanteras, tratarían de facilitar la labor de los lanzadores agachándose o poniéndose rodilla en tierra, cubriéndose con su escu‑do y apoyando la lanza en tierra para intentar frenar con ella al enemigo. Además, también intentarían ofre‑cer un frente lo más denso posible constituyendo un muro de escudos. Las lanzas debían ser manejadas con una sola mano, por lo que no hemos de pensar en largas y pesadas pi‑cas, sino más bien en armas de 2 a 3 metros de longitud, que no alejarían su punta más allá de  2 metros del combatiente, y eso en el mejor de los casos, por lo que ante un enemigo decidido el combate cuerpo a cuerpo era casi seguro. La capacidad ofensiva corres‑pondía a los jinetes, muchos de ellos pertenecientes a las tropas permanentes del emir, el yūnd, com‑puesto por esclavos y leales que acompañaban al dirigente y actua‑ban como tropas de confianza6. Los jinetes que no pertenecieran a estas tropas permanentes serían miembros distinguidos de las tribus, con capa‑cidad 54  /  Revista Ejército n.º 937 • mayo 2019 económica y entrenamiento para combatir a caballo. Según el re‑lato de batallas conocidas, se prefería formar a los jinetes a ambos lados de los hombres a pie, siempre y cuando el terreno y las condiciones lo permi‑tieran, y actuaban estos últimos como yunque o freno mientras la caballería realizaba un ataque de flanco o inclu‑so envolvente sobre la retaguardia, que decidiera el combate. Posterior‑mente, en la península Ibérica, donde el enemigo era la caballería pesada o lorigada, que buscaba el choque como forma principal de la acción, se introduciría el refinamiento de dis‑poner de una pantalla de caballería ligera, a modo de vanguardia, que contribuyera a refrenar el ímpetu de la carga de los cristianos y que, una vez cumplido su cometido, se replegaba por los flancos. Esta maniobra, que pudo ser ejecutada por casualidad en Zalaca (1086), fue conscientemente aplicada por Tāmim en la batalla de Uclés, que terminó en desastre para las armas castellanoleonesas7. La agrupación de los combatientes se debía de efectuar por tribus o clanes Una de las características evidentes de esta especie de muralla huma‑na, denominación adecuada para un conjunto de hombres con proteccio‑nes bastante ligeras, es la cantidad de personal necesario para cubrir un frente. Si, a efectos de cuenta, su‑ponemos una línea perfectamente ordenada de lanceros, armados con un escudo, posiblemente una coraza ligera de lino o cuero y una lanza de tamaño medio, podemos afirmar que cada uno debía de ocupar 1 metro de frente, para disponer de esta forma Posible despliegue de las fuerzas musulmanas durante la batalla de Uclés (1108)


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