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Quince años del MANDO O P I N I Ó N DE OPERACIONES Coronel Juan Bustamante Alonso-Pimentel Mando de Operaciones - Sección de Influencia J9 POSIBLEMENTE exista una teoría, aunque sería inexacta, de que el universo se encuentra ocupado; de que los espacios se encuentran sin conjuntos vacíos, repletos de materia, de seres, incluso de unidades, centros y organismos. Según esta misma teoría, la creación de cualquier nuevo ente debería hacerse en colisión con los que precedentemente se hallaban cómodamente instalados en ese espacio. Ex nihilo nihil fit, nada surge de la nada y, de acuerdo con la sabiduría griega, tampoco el Mando de Operaciones (MOPS) surgió de la nada. Surgió el concepto del MOPS a principios de la primera década del siglo XXI, junto con la alegría de que el mundo no desapareciese por un temido apagón informático. Se dieron entonces los primeros pasos hacia la temida «conjuntez», palabra fea donde las haya, y que, además, venía a expresar la necesidad de crear «un algo» que ocupase un espacio que, hasta entonces, era específico. La milicia, por definición, trata de formar hombres guiados por el valor, la audacia, la determinación. En aquellos días, alguien hizo acopio de estas virtudes y otras más decidido a acometer una tarea que implicaba codazos, lucha por espacios, críticas, pero, por encima de todo ello, visión de futuro. La Revisión Estratégica de la Defensa de 2003 ya apuntaba a la necesidad de crear un Mando de Operaciones subordinado al jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) para conducir operaciones terrestres, navales y aéreas. Un año más tarde (y por eso sumamos «quince cumpleaños»), el Real Decreto 1551/2004, de 25 de junio, desarrollaba la estructura orgánica básica del Ministerio de Defensa y, a su vez, la estructura operativa de las Fuerzas Armadas en base al Mando de Operaciones. Quince años, en el siglo XXI, no son tres lustros ni la mitad de treinta. Quince años es una eternidad y aquellos tiempos en los que el general Andrés Navas Ráez asumía el primer mando del Estado Mayor de este Mando de Operaciones aparecen lejanos en la historia, ocupando una zona física privilegiada en Vitrubio y que alguien consiguió desalojar a base de expandir codos y con tanta ilusión como vehemencia... supongo. Doy por sentado que el carácter del general fue clave en esta etapa inicial, antes de que el 27 de enero de 2006 el teniente general Bernardo Álvarez del Manzano apareciese como su primer comandante. El general Navas era un buen guitarrista, y este detalle no es baladí. Cuando, en la «etapa heroica» de los descubridores, Shackleton entrevistaba a los futuros tripulantes para emprender su primera expedición rumbo al polo sur, les preguntaba sobre sus habilidades artísticas, de canto y musicales, sabedor del dicho «cuando oigas cantar a alguien, acércate a él; la gente perversa nunca canta». «El buen humor es el lubricante de la maquinaria militar», decía Jorge Vigón en su mítico libro Estampa de capitanes, y así, con el humor de nuestro jefe, su espíritu positivo y la ilusión del resto, se fueron fundiendo los primeros recelos y, con los primeros éxitos, la prueba necesaria de que la idea inicial no era una locura ni una sandez, sino una necesidad imparable. Tres son los sustantivos que guían la actividad del Mando de Operaciones: planeamiento, conducción y seguimiento. Resulta curioso que hace siete años fueran precisamente siete el número de operaciones que se dirigían desde el MOPS. Hoy se acercan a la veintena. Desde fuera no es fácil percibir lo que esto supone. Veinte operaciones son veinte contingentes que relevan al menos dos veces al año, con veinte logísticas, veinte planes, veinte necesidades distintas, veinte KLT (Key Leader Training) previos al despliegue, veinte informes post-misión, veinte amenazas variables… y más de 3.000 preocupaciones permanentes, una por cada soldado desplegado. 28 Revista Española de Defensa Julio/Agosto 2019


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