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internacional Singer/EFE Soldados checos en la 68ª conmemoración del fin de la II Guerra Mundial; unidades anfibias de la OTAN en el ejercicio Bal Filip positivo y que la inclusión había mejorado su agricultura, la productividad y el empleo. Por lo que respecta a Checoslovaquia, el país se desintegró poco después de la caída del Muro de Berlín en un proceso pacífico y consensuado conocido como el divorcio de terciopelo. La escisión entró en vigor el 1 de enero de 1993, creando la República Checa y Eslovaquia. Praga se convirtió en una república parlamentaria que consiguió en un tiempo récord armonizar su sistema legal a los estándares europeos y su política exterior se basa en una firme defensa de su pertenencia a la UE. Respecto a Eslovaquia, el sistema de gobierno formal es el mismo, una república parlamentaria. Con un gobierno nombrado por el presidente tras la renuncia del anterior ejecutivo en 2018, cuenta actualmente con la primera mujer de la historia en ser presidenta del país, Zuzana Caputovà. Por su parte, Hungría ha seguido un proceso diferente al de los demás países de Visegrado. Al principio, Hungría se veía como el modelo perfecto para integrarse en Europa: en los años previos a la caída del Muro había vivido un progresivo proceso de apertura, flexibilizando su modelo socialista e integrando aspectos de libre mercado. Su acceso a la OTAN y la Unión Europea no fue cuestionado ni dentro ni fuera del país. Sin embargo, las cosas han cambiado en los últimos años. En 2006 hubo numerosas protestas acusando al ejecutivo encabezado por el partido Fidesz (considerado de extrema derecha) de amañar elecciones para hacerse con el poder. Las acusaciones cayeron en saco roto y en las siguientes elecciones de 2010 este partido volvió a vencer y forjó coalición con el Partido Popular Demócrata-Cristiano, que se mantiene hasta hoy. Bajo el liderazgo del actual primer ministro, Viktor Orban, el 18 de abril de 2011 el Parlamento aprobó una nueva Constitución debilitando significativamente el Estado de Derecho y afectando a su membresía en las diferentes organizaciones europeas e internacionales. MODERNIZACIÓN Y DEMOCRACIA Es hoy una evidencia que los diferentes procesos de ampliación de la OTAN de 1999 (y también los sucesivos de 2004, 2009, 2017 y 2019) contribuyeron decisivamente a la consolidación de la democracia en los países de la Europa central y oriental. En apenas 20 años, el panorama estratégico y de seguridad del Viejo Continente se ha transformado radicalmente pero, al principio, fue necesaria una casi instantánea capacidad de reacción de unos y otros para dar respuesta a una Europa que cambiaba a un ritmo vertiginoso. Para las recién nacidas democracias todo era nuevo, pasando por la concepción de la seguridad hasta la esencia de sus valores como Estados de Derecho. En su petición de adhesión a la OTAN, la República Checa identificó una serie de amenazas, entre ellas un posible alzamiento de sus estructuras civiles y militares o un ataque de un poder extranjero en su territorio nacional. Tras su ruptura con la Unión Soviética primero y la Federación Rusa después, su principal demanda hacia la OTAN era la defensa de su espacio aéreo nacional. Por su parte, Hungría compartía la preocupación de sus compañeros de Visegrado pero, más que una amenaza militar directa contra su integridad territorial, Budapest percibía como el mayor riesgo la inestabilidad en los países de su entorno. Eslovaquia también era de la opinión de que una nueva guerra total en Europa no iba a suceder, pero creía que podía estallar un conflicto cerca de sus fronteras o verse afectados por actores extranjeros que amenazaran la convivencia nacional. Polonia, sin embargo, sí creía en la posibilidad de un conflicto militar en Europa, sentía gravemente amenazada su integridad territorial e identificaba el origen de esos posibles ataques militares tanto dentro de su propio Estado como desde terceros países. 58 Revista Española de Defensa Septiembre 2019


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