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V CENTENARIO DE LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO DE MAGALLANES Y ELCANO Previamente, es preciso recordar que los reyes no tenían una armada fija propia a finales del siglo XV (2), aunque pudieran ser propietarios de algunos barcos de diverso tipo y en las atarazanas de Sevilla se podían poner a punto fustas y galeras si llegaba el caso pero no había ya en ellas navíos terminados, con mantenimiento y tripulación fijos, aunque siguieran teniendo teóricamente a su servicio un grupo de 400 vecinos sevillanos «francos de las atarazanas» (3). Las armadas se formaban, en general, mediante la contratación o flete de barcos de particulares, adaptándolos en lo que fuera preciso para la función bélica, aunque es cierto que había proveedores especializados en este tipo de servicios cuyos nombres aparecen reiteradamente en las cuentas de pago. Los reyes ordenaban, por lo tanto, la contratación de barcos de propiedad particular pero los delegados regios mantenían el control sobre el conjunto de la operación: así, el contador mayor Alonso de Quintanilla en las armadas que se formaron en 1481 y 1492, o el obispo don Alfonso de Fonseca para las formadas en Sevilla entre 1492 y 1502, o bien Alonso de Cotes, corregidor de Burgos, Juan de Arbolancha y Pedro de Zafra, en la organización de la armada de 1496 con destino a Flandes: eran estos delegados regios quienes acordaban con los dueños de los barcos el importe de los fletes, sueldos y mantenimiento de tripulaciones, el armamento que habían de llevar los navíos y el tiempo de duración del servicio; además, los reyes nombraban capitanes generales y capitanes de barco, recibían pleito-homenaje de ellos y designaban oficiales administrativos a bordo, que actuaban en nombre de los contadores mayores y del escribano mayor de los reyes: escribanos, contadores y pagadores. En definitiva, no había armada real permanente pero sí personal experto en organización y recursos económicos para movilizar armadas cuando fuera necesario, aunque con un coste tan elevado que por sí solo basta para explicar por qué no hubo una armada fija que, además, habría permanecido inactiva durante largos periodos estacionales y en tiempo de paz. Las armadas Comento, a continuación, los casos principales de formación de armadas y otras iniciativas navales de la monarquía, considerando conjuntamente los tres (2) AZNAR VALLEJO, E.: «La organización de la flota real de Castilla en el siglo xv», en La Península Ibérica entre el Mediterráneo y el Atlántico. Siglos XIII-XV (ed. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., y MONTES ROMERO-CAMACHO, I.), Sevilla-Cádiz, 2006, pp. 323-339. «La guerra naval en Castilla durante la Baja Edad Media», En la España Medieval, 32 (2009), pp. 167-192. Visión de conjunto en LADERO QUESADA, M. Á.: «Baja Edad Media», en Historia militar de España, 2. Edad Media (dir. Hugo O’Donnell), Madrid, 2010, pp. 217-377. (3) BELLO LEÓN, J. M. ,y MARTÍN PERERA, A.: Las atarazanas de Sevilla a finales de la Edad Media. Murcia, Sociedad Española de Estudios Medievales, 2012. 2019 209


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