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unido gracias a la personalidad y popularidad del emperador Francisco José. Asimismo, el sentimiento austro húngaro temía la dislocación y la fractura del Imperio, sobre todo por la activa y dinámica Serbia, convertida en paladín de la causa eslava, por lo que la política imperial fue de expansión hacia el sur de los Balcanes, con una línea claramente antieslava y especialmente antiserbia. Italia y sus contradicciones Italia era, a principios de siglo, la más débil de las grandes potencias europeas. Alcanzada su unidad a mediados del siglo   xix, se lanzó a una expansión colonial que le llevó a la conquista de Tripolitania tras una guerra contra los turcos que dejó el país exhausto. La nación, a excepción de las provincias del norte, era agrícola y pobre. La aprobación del sufragio universal dio paso al crecimiento de los partidos extremistas, lo que llevó a Italia a vivir una política interior turbulenta. En cuanto a la exterior, el país se decantó por un doble juego: era amigo de Inglaterra, pero se había aliado con los rusos en el Mediterráneo. Aun después de haber 58  /  Revista Ejército n.º 942 • octubre 2019 resuelto litigios fronterizos en las colonias africanas, mantenía difíciles relaciones diplomáticas con Francia. Era aliada de Alemania, pero detestaba a Austria-Hungría. A ello hay que añadir que en la región del Trentino y Trieste vivían un millón y medio de personas de lengua italiana que, con el recuerdo aún fresco de la ocupación de Venecia por los austríacos, hacían de la frontera con el Imperio austro-húngaro una zona inestable. Francia, el otro personaje Francia se convirtió en el contrapunto de Alemania. El sentimiento que primaba en el país galo era de frustración y rencor hacia el vecino alemán tras la derrota de  1871 en la guerra franco-prusiana, que llevó asociada la pérdida de Alsacia y Lorena. Cualquier sentimiento de admiración hacia el mundo germánico, ya fuera en la música, las artes o las ciencias, había desaparecido y la sensación era que los franceses, tarde o temprano, habrían de enfrentarse a los alemanes. La diplomacia gala también irradiaba en el ámbito internacional un sentimiento de desconfianza hacia los germanos, cuando no de rabia e indignación. Francia había construido un gran imperio colonial. Además, mantenía una alianza con el Imperio ruso. La unión entre una república democrática y una monarquía muy cercana a la teocracia era de difícil concepción, pero tenía aquí su lógica en el intento de aprisionar al Imperio alemán para obligarlo a prestar atención a dos fronteras en lugar de a una. El resultado es que franceses y alemanes simplificaron al máximo sus opiniones respecto del otro en una mala relación que se antojaba de imposible reconducción. El aumento de los efectivos del ejército alemán llevó a Francia a aprobar la ley de un servicio militar de tres años. El zar Nicolás II El sentimiento que primaba en Francia era de frustración y rencor hacia el vecino alemán tras la derrota de 1871 en la guerra francoprusiana


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