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LA ESTRATEGIA RUSA EN EL ÁRTICO Josep BAQUÉS QUESADA Grupo de Estudios de Seguridad Internacional (GESI) Profesor de la Universidad de Barcelona El Ártico… la última frontera Andrea ARRIETA RUIZ Máster en Paz, Seguridad y Defensa por el IUGM GOSTO de 2007… dos minisubmarinos rusos, avezados en sucesos de todo tipo —desde la grabación de la película Titanic hasta el fallido rescate de la dotación del submarino Kursk— cubren una nueva y curiosa misión. Esos pequeños batiscafos están a punto de batir un récord de profundidad con tripulación, llevando a bordo nada menos que a Artur Chilingarov, a la sazón vicepresidente de la Duma. De esta guisa, cuál si buscaran conquistar por vez primera el Everest, o la Luna, se disponen a depositar una bandera rusa de metal… a algo más de 4.200 metros bajo la superficie del mar. Pero esta vez no se trata de ningún telefilme, sino de geopolítica en estado puro. En realidad, con ese gesto, Rusia sienta las bases de una reivindicación del lecho marino del Polo Norte —una zona disputada—aduciendo que la cordillera marítima Lomonosov —punto estratégico, cuyo control garantiza también el dominio de la Ruta Marítima del Norte (RMN)—es una prolongación de la plataforma continental siberiana. La zona reivindicada por Moscú se extiende unos 1,2 millones de km² y es inmensamente rica en hidrocarburos. Tan importante como ese dato lo es el hecho de que, a partir de 2007, Rusia retomó las patrullas sobre el Ártico, con especial incidencia en los vuelos protagonizados por bombarderos, en muchas ocasiones hasta el límite del espacio aéreo de los Estados vecinos, siendo ésta una práctica propia de la Guerra Fría, que había sido abandonada desde 1993 (1). (1) Recordemos que el Ártico, tras alzarse como punto estratégico y fiel símbolo de ese choque ideológico que definía la realidad internacional durante la Guerra Fría, pasó de conver 2019 731


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