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DAVID RUBIO MÁRQUEZ cambio, desoyendo su recomendación, serán bautizados como Almirante Ferrándiz, José Luis Díez y Lepanto16. Al presentar su plan naval al Consejo de Ministros, Cornejo había afirmado inspirarse, para su diseño, en las revistas navales francesas y británicas. Ante esta aseveración, podemos preguntarnos: y la Revista General de Marina ¿qué aportaba? Pues bien: desde sus páginas se teorizaba sobre la composición de la Marina militar española. Un rasgo común era partir de las enseñanzas proporcionadas por la batalla de Jutlandia para realizar sus peticiones. En primer lugar, modernizar los acorazados, toda vez que el tratado de Washington impedía acometer nuevas construcciones. Se transformaría «su dirección del tiro y artillería, casco y maquinaria, puentes y arboladura», y se mantendría su propulsión pues, «no siendo nosotros productores de petróleo, no nos conviene cambiar el carbón por este combustible»17. La defensa del litoral sería encomendada a los submarinos y «buen golpe de destructores (…) el número actual de ellos y de los en construcción, sí nos parece escasísimo y creemos que vaya ampliándose en programas sucesivos». Modernizados los acorazados, las flotillas de submarinos y destroyers constituirían el poder naval adecuado para España18. La flota no solamente deberá proteger el litoral; también atacará a los convoyes enemigos y realizará bombardeos sobre su litoral19. Los planes navales serían modestos. ¿Qué navíos se aconsejaban? Además de los sumergibles y de los destroyers, se recomendaba la construcción de un buque intermedio entre el acorazado y el crucero de combate, algunas de cuyas características esenciales se fijaban: «... su tonelaje no debe bajar, ni superar, las 15.000 toneladas; el calibre de su artillería no puede ser menos de 30 centímetros ni su número inferior a seis, con un alcance solamente limitado por el máximo de visibilidad, con gran alcance eficaz, obtenido con un perfeccionado sistema de dirección de tiro con puntería centralizada; un equipo de aviones, que sirva para observación del tiro y exploración; de la artillería secundaria, una gran preponderancia en la antiaérea; no descuidando la protección de las cubiertas contra proyectiles disparados con grandes ángulos de elevación, y, por último, supeditar bastante a la protección la velocidad, fijando como límite inferior de ésta la de 28 millas»20. Estas construcciones serían complementadas con las de minas, cargas de profundidad, aparatos para la emisión de cortinas de humos, gases y aviones. (16) Revista General de Marina, t. XCVIII, p. 82. (17) FERNÁNDEZ BOBADILLA, Rafael: «Modernización de nuestros acorazados», Revista General de Marina, t. XCVIII, junio de 1926, pp. 847-853; LAGO DE LANZOS, Claudio: «Era de paz», ib., t. XCIX, septiembre de 1926, p. 423. (18) LAGO DE LANZOS, art. cit., p. 423. (19) NOVAS TORRENTE, Daniel: «Nuestras futuras unidades de combate», Revista General de Marina, t. XCVIII, diciembre 1925, p. 798. (20) Ibídem, pp. 802-803. 76 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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