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222 AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ hombres custodiando el casco. Además estaba allí el vapor hidrográfico Argos, sin valor militar alguno y con 9 hombres, aparte del transporte de la Armada Manila, armado con dos piezas de 42 mm y dos ametralladoras de 25 mm, pero con su dotación también reducida al haber pasado 15 hombres a reforzar la del Cristina y, por último, del cañonero Mindanao, en construcción. Más hacia Manila había fondeado el vapor de la Trasatlántica Isla de Mindanao, llegado hacía pocos días de España, y que había colaborado con la escuadra en sus preparativos. Estaba armado como vapor correo con dos cañones de 9 cm, pero no tenía munición para ellos ni podía defenderse con tan escaso armamento, por lo que Montojo sugirió a su capitán que dejase la bahía antes del ataque, pero éste, alegando no tener órdenes de su compañía decidió quedarse allí. Había además otros buques en la bahía de Manila y aguas cercanas como las de la entrada, río Pasig y la laguna de Bay, se trataba de los cañoneros Leyte, Arayat y Bulusán, el pequeño transporte de la Armada Cebú, y varias lanchas armadas, como la Otálora, Ceres, España y Sansón. Aquellos pequeños buques no podían combatir en el encuentro que se avecinaba, pero al menos sus dotaciones podrían haber reforzado las defensas, aunque sólo fuera para que los cañones del arsenal no tuvieran que ser manejados por ordenanzas o asistentes. Tampoco con éstos se agotaba la lista de buques de guerra españoles en el Pacífico: dos cañoneros estaban destacados en las lejanas Carolinas, pero en las mismas Filipinas estaban el gran cañonero Elcano destacado en la siempre revuelta isla de Mindanao, el transporte armado General Älava, diez cañoneros, tres lanchas cañoneras y cuatro más en la laguna de Lanao, en Mindanao. Salvo el primero eran demasiado pequeños para afrontar un combate regular entre escuadras, pero sus dotaciones y armamento se podían haber utilizado para armar mercantes como cruceros auxiliares, como se ha hecho en tantas ocasiones, lo que hubiera sido un refuerzo no desdeñable para Montojo, o caso de dedicarse al corso contra el tráfico mercante enemigo, hubieran sido una fuente de problemas difícil de resolver para sus atareados y poco numerosos enemigos. De hecho, Bermejo se lo había sugerido a Montojo, pero éste alegó la falta de refuerzos para hacerlo y la necesidad de mantener el orden en el archipiélago, insistiendo en su error de no distinguir entre lo que era más urgente y decisivo y las tareas que podían esperar. Con ello de nuevo se infrautilizaron unos recursos no muy abundantes, y por querer atender simultáneamente dos misiones antagónicas se fracasó en las dos. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 222-252. ISSN: 0482-5748


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