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INTERVENCIÓN MILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN FILIPINAS... 223 Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 223-252. ISSN: 0482-5748 El combate Entretanto la escuadra de Dewey se aproximaba, ordenándose lanzar por la borda todos los objetos de madera, incluidos muebles y hasta algún piano, pára reducir el riesgo de incendios al ser alcanzados. Aunque se conociera la debilidad de su enemigo, y hasta tuviera noticias recientes por su cónsul en Manila de las disposiciones españolas, el marino no podía sino estar vivamente preocupado, pues como hemos dicho, al no tener bases cercanas, se lo jugaba todo en un ataque que debía coronarse con un éxito completo y sin paliativos, cosa muy difícil de obtener a poco que la defensa fuera decidida. Tras reconocer Subic, y observar que allí no estaba la escuadra enemiga, Dewey se dirigió a las 11’30 de la noche hacia Boca Grande. Los faros y señales marítimas de la costa estaban apagados, pero al fondo se distinguían las luces de la ciudad. Las baterías de la entrada sólo distinguieron a la escuadra atacante cuando ya franqueaba el paso, alguna hizo un par de disparos, sin consecuencias, respondidos de igual manera. Así de fácilmente fue superado el primer obstáculo, pues ninguna mina detonó. Se ha pretendido que las baterías pudieron haber hecho más, pero lo cierto es que por sí solas no podían impedir el paso, pues un decidido enemigo pronto las rebasaría, y de hecho, se habían proyectado pensando que la escuadra española estaría detrás, apoyándolas e impidiendo que la enemiga las franquease, iniciando un combate en paralelo, en el que las baterías si hubieran sido sumamente eficaces. Pero la escuadra española no estaba allí, con lo que el trabajo y los recursos empleados fueron inútiles. Dos pequeños cañoneros vigilaban las bocas, el Leyte y el Arayat, al divisar al enemigo, retrocedieron para dar el aviso. Pero si no otra cosa, al menos los estampidos de los disparos habían ya alertado a todo el mundo. A las cuatro de la mañana Dewey ordenó servir un café a sus dotaciones, así como que se separaran el McCulloch y los dos transportes, dirigiéndose con sus seis buques contra los siete españoles que le esperaban fondeados en el arsenal de Cavite. A aquella misma hora se tocaba a zafarrancho en los buques españoles, avistando al enemigo el Austria tres cuartos de hora después, cuando ya empezaba a clarear. A eso de las cinco estallaron inofensivamente dos minas por la proa del Olympia y poco después abrieron fuego el cañón de Punta Sangley y las baterías de Manila, aunque éstas, al estar fuera de alcance, lo suspendieron tras hacer pocos disparos.


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