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Revista de Historia Militar 118

122 ESTEBAN MIRA CABALLOS tan sólo el mantenimiento de este pequeño contingente de soldados en todas las ciudades y villas del Imperio habría supuesto un desembolso económico inasumible para la Corona. Por todo ello, en el siglo XVI se pensó que la única forma viable de garantizar la defensa costera era movilizando a la población cada vez que las circunstancias así lo requerían. No es de extrañar que la mayor parte de la tropa estuviese formada por encomenderos y hacendados. Los primeros estaban obligados por ley a prestar contraprestaciones militares, es decir, debían poseer armas, y en los casos de encomenderos con más de medio millar de indios, caballo, y acudir tanto a los alardes como, en caso de ataque, a la defensa del reino. La no comparecencia podía acarrear, al menos en teoría, la pérdida de su encomienda40. Por ejemplo, cuando a principios de 1523 se construyó la fortaleza de Cumaná, se destinaron 900 pesos al año como salario del alcaide, Jácome de Castellón y de una guarnición de ¡nueve hombres! 41 Se entendía que se trataba de un retén de vigilancia y que, llegado el caso, debían ser las milicias locales quienes debían defender su propio territorio. Así, lo dispuso Hernán Cortés en sus ordenanzas militares de 1524, aunque sobre todo pensando en un posible alzamiento indígena. En el caso de Puerto Rico, la Corona compelía a los vecinos a que fuesen permanentemente armados y a caballo. En el importante enclave de Cartagena de Indias hasta después del asalto de Drake de 1586 no hubo ninguna guarnición militar. Ya en 1541, ante los rumores de un asalto corsario, el gobernador Pedro de Heredia se presentó en Cartagena y convocó un alarde en la plaza principal para que todos los españoles varones se presentasen con sus armas, los de a caballo a caballo y los de a pie, a pie42 . Ante la sorpresa del propio gobernador, muchos encomenderos ni siquiera acudieron al alarde, pese a que estaban obligados por ley. Por ello, el corsario francés Roberto Baal no tuvo problemas para asolar y saquear la ciudad con una pequeña escuadra compuesta por cuatro naves y 450 hombres. Pero, en las décadas posteriores la situación no cambio; Cartagena en esta época ni dispuso de fortalezas ni tampoco de guarnición militar. La defensa se confió exclusivamente a los vecinos quienes defendían la tierra, sirviéndoles además la posesión de arma y caballo como un elemento diferenciador de un alto status social. En la tardía fecha de 1650 la defensa de Jamaica se limitaba a 40 Sobre las obligaciones militares de los encomenderos véase al ya citado MARCHENA FERNÁNDEZ: Ob. Cit. , pp. 38-42. 41 OTTE, Enrique: Cedulario de la Monarquía española relativo a la isla de Cubagua (15231550) , T. I, Caracas, Fundación John Boulton, 1961, p. XXVI. Pese a su escaso número se trata de la primera guarnición militar remunerada del continente americano. 42 GÓMEZ PÉREZ, Carmen: Pedro de Heredia y Cartagena de Indias. Sevilla, E.E.H.A., 1984, p. 272. Revista de Historia Militar, 118 (2015), pp. 122-146. ISSN: 0482-5748


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