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Revista de Historia Militar 118

Por supuesto, cuando se preparaba una gran campaña naval y hacían falta un gran número de buques, estos se obtenían mediante la unión de los efectivos de las armadas existentes. Así cuando en 1536 Carlos V invadió la Provenza francesa la Armada Real de Galeras y la del almirante genovés Andrea Doria, así como otros navíos de armada procedentes de otros puntos de España se encargaron del aprovisionamiento de las tropas españolas67. Asimismo, las naves que aportó España a la campaña de Lepanto en 1571, doce eran de la Armada Real de Galeras, otras treinta de la Escuadra de Nápoles y otras diez de la de Sicilia. Las otras veinticuatro se habían contratado con diversos asentistas, a saber Juan Andrea Doria, Juan Negrón, Juan Bautista Lomelín, Jorge Grimaldo, Stéfano Mari y Birindello Sauri68. 130 ESTEBAN MIRA CABALLOS En definitiva, cuando se preparaba una expedición, ya fuera comercial o puramente militar, se tomaban recursos humanos y materiales de donde los hubiera, sumando armadas, incorporando navíos o efectivos humanos de las demás flotas y armadas, estableciendo contratos o asientos con distintos armadores y navegantes. Por lo general, las instrucciones que se les daba a los capitanes que se encontraran en cada momento. Es decir, se les otorgaba capacidad de decisión a los mandos de las escuadras porque, como decía en 1560 Andrea Doria, la experiencia había demostrado los graves inconvenientes generales eran poco precisas y estaban condicionadas por las circunstancias que provocaba el que los capitanes no quisieran contradecir las órdenes69. En el siglo XVI tuvieron actividad una decena de armadas, a saber:la de Vizcaya, la Guardacostas de Andalucía, la del Reino de Granada,la del Levante, la de Cataluña, la de Cerdeña, las italianas -de Génova, Nápoles y Sicilia- y las americanas. Junto a estas armadas se aprestaban a veces pequeñas escuadras -como la de Guipúzcoa o la de Galicia- que servían para proteger sus costas y se integraban en la Armada de Vizcaya cuando las circunstancias así lo requerían. Pero el esquema era aún más complejo, pues, la Corona aceptaba de buena gana otras pequeñas armadas que aprestaban algunos señores de España para defender los intereses de su señorío. 67 CERVERA PERY: La estrategia naval del Imperio… , pp. 93-94. 68 CEREZO MARTÍNEZ, Ricardo: Las Armadas de Felipe II. Madrid, Editorial San Martín, 1988, p. 217. 69 VARGAS-HIDALGO: Ob. Cit. , p. 342. Revista de Historia Militar, 118 (2015), pp. 130-146. ISSN: 0482-5748


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