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Revista de Historia Militar 118

194 JOSÉ LUIS VEGA ALBA guarnecerlas, pero el 24 de abril zarpó rumbo a Puerto Rico, aunque ese no sería su primer destino, pues acabaría uniéndose a la escuadra del almirante Cervera en Cabo Verde, quien recibiría orden de partir hacia las Antillas (inicialmente hacia Puerto Rico) el 29 de abril. Dos días después de esos movimientos terrestres y despliegue de fuerzas, los temores se confirmaron cuando Gobernación comunicaba a sus gobernadores, el veintiuno de abril, los dramáticos acontecimientos que se vislumbraban en el horizonte próximo. Instaba a una perfecta inteligencia con la autoridad militar y que prestaran atención al mantenimiento del orden «por si la excitación de las pasiones perturbara la tranquilidad pública»21. Las previsiones gubernamentales no carecían de fundamento, pues pronto principiarían, en suelo peninsular, una serie de tumultos en los que se mezclaban el temor y la frustración por la derrota en Filipinas con el malestar causado por los impuestos y la falta de subsistencias. El desastre de Cavite -1º de mayo- elevó notablemente la tensión y la preocupación en la Península y en Canarias. En el archipiélago, multiplicó los rumores sobre la presencia de buques extranjeros. El capitán general había ordenado al gobernador militar del grupo oriental que extremara la vigilancia sobre el personal no nativo -en especial, británico- y los barcos de esta bandera que hicieran escala en las Islas, y pedido a los alcaldes que los sistemas de vigilancia establecidos notificasen la presencia de buques sospechosos próximos a las costas, y pasaran la información de interés a los destacamentos desplegados en cada isla. Recordemos que la mayoría de los capitanes generales no veían con agrado el dominio económico británico en variados sectores productivos y el monopolio en algunos de ellos (los depósitos de carbón). La autoridad miliar también había decidido realizar obras de defensa (atrincheramientos) y fortificación en la muralla de la capital y completar los asentamientos de artillería, así como reforzar la defensa de Las Palmas con el despliegue de una compañía de infantería en su puerto y el apoyo derivado de la movilización de los licenciados en la isla. Como hemos apuntado, las premoniciones gubernamentales sobre posibles desórdenes fueron certeras y, a principios de mayo, estallaban motines en diversos puntos del territorio peninsular, siendo el más graves el ocurrido en Linares22. Tales demostraciones violentas no ocurrieron en las 21 MÁRQUEZ QUEVEDO, Javier: Canarias y la crisis fi nisecular española (1890-1907): Del desastre ultramarino a la garantía de seguridad interior. Madrid, 2005, p. 350. 22 FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: Historia política, op. cit., tomo II, p. 515. Motines en Valencia, Madrid, Cáceres, Alicante, Sevilla, Bilbao, León, Ciudad Real y otras localidades. En Linares -llamado «el motín de los consumos» estalló el 9 de mayo y causó doce muertos y catorce heridos. Las crisis de subsistencias fueron especialmente severas en los años 1892 y 1898. Revista de Historia Militar, 118 (2015), pp. 194-220. ISSN: 0482-5748


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