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hasta que la llegada del nuevo gobernador Robustiano González Bocos y la exhibición de una escuadrilla de aeroplanos procedente de Alcalá de Henares aceleraron las donaciones. En Madrid, como resultado de un llamativo artículo firmado por el periodista Ricardo Ruíz Ferry y publicado en El Sol, se decidió iniciar una suscripción liderada por el propio diario con una aportación de mil pesetas para adquirir el aeroplano Madrid. Lo cierto es que la campaña no despertó el interés deseado y a finales de septiembre unas pobres 12.500 pesetas auguraban un futuro nada prometedor. En Oviedo, entre los numerosos ofrecimientos patrióticos, varios magnates –que preferían ocultar su identidad–, se comprometieron a regalar cinco aeroplanos para contribuir en las acciones bélicas. En principio ninguno consideraba la apertura de suscripciones populares, el único requerimiento aludía a la denominación de los aparatos inclinándose por bautizarlos con los nombres de cinco ciudades asturianas. Frente a ellos el alcalde de Oviedo juzgaba más urgente el envío de mantas y ropas para los soldados que la remisión de munición o de equipos de combate; en cambio el ingeniero industrial José Tartiere se desmarcó del edil invitando a todas las personalidades a contribuir a la suscripción que se abriese y expresó que, por su parte, se comprometía a regalar un aeroplano. Luis Caso Cobos, representante de la compañía naviera Vasco-Asturiana, se unía a esta proposición donando otro aparato. No obstante para unificar criterios se creó una Junta patriótica que pasadas unas jornadas, recibió el ofrecimiento de varios bancos asturianos para adquirir otro aeroplano, con el que serían ya eran tres los aviones que Asturias ofrecía al Ejército. El 24 de agosto se anunciaba que Ramón Godó Lallana, conde de Godó y propietario de La Vanguardia, telegrafió al ministro de la Guerra y al director de la Aeronáutica Militar, comunicándoles su deseo de regalar un aeroplano que participase en las próximas operaciones militares. La propuesta fue aceptada de forma inmediata y, en consecuencia, el conde de Godó expidió rápidamente un cheque a nombre de Ricardo Ruíz Ferry entonces presidente del Real Aeroclub de España, por valor de 61.800 francos como importe de un aeroplano Breguet XIV. Poco tiempo después la prensa daba a conocer la recepción del presidente Antonio Maura de una carta del ex senador Eusebio Giraldo Crespo, quien, desde Medina del Campo (Valladolid), le encargaba la adquisición del mejor aeroplano que estimase para el Ejército, comprometiéndose a abonar su importe íntegro. En la aventura aeronáutica participaron variados e insólitos colectivos, desde las damas de la aristocracia tarraconense, que en sus tertulias barajaban esta posibilidad, hasta los maestros de escuela que sugirieron la cesión de un día de sus haberes para adquirir tres aviones con los que formarían la escuadrilla llamada El Magisterio Español. En esta línea el banderillero Julio Marquina hacia público llamamiento a las tres sociedades taurinas existentes (de matadores, de banderilleros y de picadores) proponiendo que durante los festejos del mes de septiembre, donasen medio sueldo de una jornada para comprar un avión bombardero que regalar a las tropas. El avión portaría la siguiente inscripción: “Los toreros españoles a nuestro Ejército”. En Sevilla un grupo de obreros inició una colecta espontánea para regalar un aeroplano a las tropas que mantuvo cierta continuidad en el tiempo. En noviembre –pasados varios meses de la publicación de la noticia–, un suscriptor de El Motín enviaba una carta a su director quejándose de la exigua cantidad recaudada (1.600 pesetas) en los siguientes términos: “Para regalar mantos y coronas a las Vírgenes, en menos de quince o veinte días se recaudaron millones de pesetas; para regalar el aeroplano, en cinco meses sólo va recaudado lo que he dicho”. Incluso los miembros de la Benemérita participaban en esta apuesta popular. Concretamente los guardias civiles del puesto de Alcover (Tarragona), Ignacio Fuster Miralles y Pedro Marín Martínez, propusieron a sus compañeros la cesión de cinco pesetas para sufragar un aeroplano al que denominarían Zubia en honor al teniente general Juan Zubia director general de la Guardia Civil. Con la misma ambición se presentaban los deportistas españoles. El Sol, desde una de sus columnas, informaba de la decisión de la sociedad Veloz Sport Balear de Palma de Mallorca de suspender los actos previstos para conmemorar sus bodas de plata e invitaba a todas las sociedades y clubs deportivos a la organización de eventos con los que obtener ingresos suficientes para que, en nombre del Deporte español, se regalase un aeroplano al Ejército. Tan loable propuesta solo encontró el silencio por respuesta. En Valencia, la noche del 20 de agosto se celebró una junta extraordinaria de la Federación Valenciana de Clubs de Futbol, a petición del Gimnástico FC, en la cual se acordó por unanimidad la celebración de un partido de futbol en- 34 El día 1 de octubre de 1921 se verificó la entrega de dos de los tres aeroplanos que regaló Murcia al Ejército. Uno de ellos fue bautizado con el nombre del ministro de la Guerra Juan de la Cierva quién, aprovechando la ocasión, recibió su bautismo aéreo de la mano del capitán de Infantería marqués de Borja. (La Esfera).


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