Page 42

AEROPLANO 33

El material aéreo de reciente adquisición y de sobrada experiencia en la guerra europea ofrecía garantías al personal volante, coyuntura que no evitaba la aparición de averías en los radiadores, los depósitos de combustible, de aceite, etc. Tanto en paz como en guerra, cuando un avión emprendía el vuelo, las probabilidades de que aterrizase sin novedad en su destino se calculaban en torno al 40 %. La Comisión oficial Pro Aeroplanos para el Ejército encargada de gestionar las adquisiciones de los denominados “Aviones del Pueblo”, presentaba a comienzos del mes de octubre el estado de la campaña con la incorporación de las solicitudes en firme de los aeroplanos de Cartagena y Granada, además de los tres aparatos donados por Murcia. Igualmente se ratificaba el ofrecimiento de un donante anónimo que la prensa apuntaba a la figura del marqués de Aldama, pero todavía quedaban pendientes de confirmar alrededor de la mitad de los aparatos anunciados. Si se cumpliesen las previsiones se alcanzaría el número de 35 aeroplanos que en el mercado alcanzarían un precio no inferior a 1.300.000 pesetas. El ministro de la Guerra iba más allá y afirmaba que en breve se destinarían al Protectorado nada menos que 22 escuadrillas compuestas por un total de 132 aviones de observación y bombardeo. Mientras tanto, la prensa provincial publicaba los resultados de las primeras acciones de guerra de la escuadrilla formada por los aparatos cedidos por las provincias de Murcia, Zaragoza y Salamanca durante la reconquista del aeródromo y de la alcazaba de Zeluán, resultando imposible escapar al ambiente de pesadumbre y decrepitud que las tropas encontraban a su paso. En diciembre de 1921, se cumplían cuatro meses de la publicación de la campaña de las donaciones de aeroplanos y a la vista de los resultados, daba la impresión que los españoles habían perdido la esperanza en lograr una rápida contraofensiva con el concurso de la aviación... los militares también: Cuando llegamos en tan gran número después del desastre de julio, y creyendo, por lo que decían los periódicos que se iba a enviar bastante material moderno de guerra, y que en las provincias se reunía dinero para aeroplanos, todos confiábamos en que con éstos, y más si también se utilizaban las granadas asfixiantes, la guerra terminaría en seguida, y nos decíamos que las castañas de Navidad las íbamos a comer con las familias. Pero al ver que tardaban en llegar los aviones, que es lo que a los moros les causa más pánico y daños, y que los pocos llegados iban casi todos sin ametralladoras, empezamos a desconfiar de la pronta conclusión de las operaciones. A mediados de septiembre el ministro La Cierva y el general Echagüe visitaron el aeródromo de Cuatro Vientos inspeccionando detenidamente todos los talleres y dependencias, como audiencia previa a la recepción, el día 25 de septiembre, del rey Alfonso XIII, quien dedicó especial atención al escrutinio de los aparatos producto de las variopintas suscripciones y donaciones. Constituía el prólogo a la entrega oficial –prevista para el día 29– de los aeroplanos que regalaban Salamanca y Zaragoza en la que participarían como madrinas la reina Victoria y la infanta doña Isabel respectivamente. El aeródromo de Cuatro Vientos desplegaba gran actividad por la acogida tanto de los aparatos donados como de los comprados por el Gobierno en el extranjero. Inmediatamente a la recepción del aparato se procedía a equiparlo para actuar en el teatro de operaciones instalando dispositivos bajo los planos para el transporte y lanzamiento de bombas, remodelando el puesto del observador para situar ametralladoras o material fotográfico, dotando a la aeronave de equipos de comunicaciones, etc. Tampoco era desdeñable la organización de los solemnes actos de entrega de los aeroplanos con la profusión de las fuerzas vivas locales, provinciales y nacionales. A las comisiones formadas por los miembros más destacados de las Juntas Pro Aeroplano respectivas se incorporaban autoridades políticas, aristócratas, periodistas, diputados, senadores, etc., y algunas figuras representativas e imprescindibles como los miembros del clero (generalmente el obispo de la diócesis) cuya labor consistía en bendecir el aparato acompañado de una distinguida y aristocrática dama que actuaba como madrina. Por parte del Estado solía acudir el ministro de la Guerra y miembros de la familia real (que podían formar parte de la comisión de entrega si así lo solicitaban), acompañados de altos cargos del Gobierno y del Ejército. El protocolo señalaba unos breves discursos de salutación, agradecimiento y patriotismo por ambas partes antes de proceder a la firma del acta de entrega al Ejército. Acto seguido, en la explanada del área de aparcamiento, las madrinas tiraban de las cintas que decoraban las aeronaves y estrellaban botellas de champagne contra las hélices; a continuación los prelados bendecían los aeroplanos para después proceder a la exhibición de los aeroplanos pilotados por militares –siempre que fuera posible por pilotos de la provincia donante– que deleitaban al público presente en arriesgados vuelos. Seguidamente al aterrizaje los asistentes asistían a un aperitivo en los pabellones de la unidad como epílogo al ceremonial. El piloto Juan Martínez de Pisón Nebot, posa delante del Breguet XIV Las Palmas/Gran Canaria matriculado como M-MBFU. Acompañaría en 1924 al vuelo de exhibición de los otros dos aeroplanos 40 adquiridos por el pueblo canario llamados Archipiélago Canario y Tenerife. (Leonor Martínez de Pisón).


AEROPLANO 33
To see the actual publication please follow the link above