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gracia, cayó en medio de una compañía de soldados marroquíes de las tropas de Franco procedentes del Norte de África. Como éstos habían sido atacados desde el aire desde hacía varios días, empezaron a apalearle y podrían incluso haberle disparado si no es por la aparición de varios oficiales españoles. Él sabía del riesgo que corría al ser encarcelado en Salamanca. Un periodista de la Associated Press le visitó encontrándole muy nervioso, al pensar que se vería frente a un pelotón. No era un temor infundado, el 3 de octubre de 1937, fue sacado de su celda y llevado ante un tribunal militar. EL CONSEJO DE GUERRA Según consta en la Causa nº 1.505 del año 1937, del Archivo Histórico del Ejército del Ejército del Aire en Salamanca, el 17 de julio se abrieron diligencias por el Juez Instructor, el capitán de Artillería de Aviación Francisco Mata Manzanero, contra Harold Evans Dahl y seis aviadores republicanos más por el delito de rebelión. Estos últimos eran tres pilotos soviéticos y los españoles David Gómez Varela, Francisco Giménez Corbacho y Vicente Villar Cortés, hechos prisioneros en el Frente de Madrid. Puesto que en el caso de Dahl era necesario un intérprete, se designó al Oficial de Aviación José Manuel Sánchez Dujat– des Allimes, Duque de Almodóvar. Dos días más tarde, y en la prisión de Salamanca fue interrogado, por el Juez, en presencia del Intérprete y el Secretario de la Causa. El resumen de su declaración es: Que a finales de 1936 se encontraba sin dinero y sin empleo y que en Nueva York conoció a un piloto mexicano, apellidado Fierro, quien le puso en comunicación con un abogado de la Embajada española en Estados Unidos, de nombre Sam Schacter. Éste le prometió grandes ganancias si llevaba aviones a México capital y a Veracruz, para ser embarcados para Valencia. En la Embajada republicana, le ordenaron que marchase a México para entrevistarse con Gordon Ordás, pero al no encontrarlo sí lo hizo con un tal José Melendras. Éste le indicó que iría a la España republicana en calidad de Profesor de pilotos, mediante un contrato por 1.500 dólares mensuales y que tras firmarlo recibió en aquel momento 500 dólares. Que recordaba que en Nueva York se encontró con otro piloto norteamericano, de nombre Albert Baumler, que también iba a España y allí se enteró que uno llamado Frank Tinker había firmado el mismo contrato. Afirmaba que embarcó con su mujer en el vapor Méxique a finales de diciembre, desembarcando en la ciudad de St. Nazaire con un pasaporte falso recibido de la Embajada española en México a nombre de Hernando Díaz. Una vez en París, se alojó en el hotel Lutecia con su esposa, de nombre Edith Rogers, de profesión artista, consiguiendo un contrato para ella. En el hotel se entrevistó con un tal Eddie Simons, norteamericano, agente republicano para todos los asuntos de Aviación que tuviesen relación con Norteamérica. El 27 de diciembre, entró en España con su pasaporte falso y viajó a San Javier donde le probaron como piloto durante tres semanas en diferentes aviones. Con él sus compañeros Tinker, Allison, Koch y Baumler. Finalizó su declaración afirmando que: Había sido engañado y que vino a España por el sueldo fabuloso que se le ofrecía y que al ver los crímenes y salvajadas cometidas por el Ejército rojo, no pensó en cobrar lo que se le debía y escapar cuanto antes, pero que obligado por la amenaza rusa en España no pudo hacerlo. Desde la cárcel de Salamanca escribió a su esposa, dos cartas al menos, relatando su situación con la esperanza de que todo iría bien. A la vez, le daba instrucciones para cobrar los atrasos que le debían, unos 6.500 dólares, e igualmente para recoger su equipaje del hotel madrileño de la Florida y del hotel El Siglo de Valencia. Los seis procesados serían juzgados en un Consejo de Guerra, el 3 de octubre, celebrado en el Salón de Actos de la Diputación Provincial de Salamanca, para ver y fallar la Causa instruida contra ellos, con el resultado de la condena a la pena de muerte el 5 de octubre de 1937. La sentencia sería ratificada por el General Jefe del VII Cuerpo de Ejército, como autoridad judicial, pero el 26 de octubre el Secretario General de Guerra, en un telegrama enviado al Auditor de Guerra de dicho Ejército, comunicaba que el Generalísimo Franco les había conmutado la pena de muerte por la de prisión perpetua, menos a uno de los españoles que fue ejecutado el 6 de noviembre. La intervención del Gobierno de EE.UU., y al parecer una carta de su esposa Edith Rogers, sería la razón de que la sentencia contra Harold Dahl fuese conmutada por la de prisión perpetua, siendo confinado en el hospital de la prisión de Salamanca. La dura sentencia supuso un mazazo para Edith Rogers Dahl, quien permaneció en Francia para arriesgarse a visitar a su marido prisionero en España. Entonces, tuvo la idea luminosa de mostrar su devoción por Whitey, inventando una historia que se extendería por todo el mundo. Escribió una carta al general Franco pidiendo clemencia para la vida del aviador. Su marido, explicó, era políticamente neutral y se había alistado en la aviación republicana porque en EE.UU. no encontró trabajo como piloto. Entonces, apeló a los posibles sentimientos románticos e intentar halagar la vanidad del generalísimo, en estos términos: Mi esposo no es comunista, ni siquiera de izquierdas. Estábamos casados solamente desde hace ocho meses. No encontraba trabajo con el que mantenerme dignamente y aceptó volar para la República solamente por el sueldo. No tengo otra persona en el mundo. Sé que usted es un hombre valeroso y de gran corazón. Le doy a usted mi palabra de que Harold no luchará de nuevo contra usted si tiene la compasión de liberarlo y enviármelo. Ahora que la victoria está casi a su alcance, la vida de un piloto norteamericano no puede significar mucho para usted. Yo fui actriz durante años, pero ahora he encontrado la felicidad a su lado. No la destruya. Por favor, responda a mi carta a fin que sepa qué hacer y si puedo albergar esperanzas. Con la carta, adjuntaba una fotografía suya mostrando lo mejor de su figura, en bañador blanco. Una semana más tarde, recibió contestación en una carta supuestamente firmada por el general Franco, que terminaba con la elegante y fina costumbre española q. b. s. p (que besa sus pies). La desesperada Edith hizo todo lo 85 Charles D. Koch, probablemente el aviador con mayor experiencia aeronáutica.


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