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ción de Heinkel– 51. Baumler hizo fuego sobre uno de los cazas enemigos que caería humeando, pero el piloto norteamericano no pudo ver si se estrellaba, por lo que daría el derribo como probable. Segundos después abatiría a un segundo Heinkel que se estrelló contra el suelo entre ambos frentes. A finales de mayo, Albert Baumler fue trasladado a un escuadrón de I– 16 Moscas y el día 30 logró derribar un Fiat en el área de San Idelfonso, Segovia, con su caza nº 65. Al mes siguiente, concretamente el día 14 de junio, dejaría fuera de combate a otro Fiat en los alrededores de Huesca. El 8 de julio volaba sobre Quijorna escoltando a una formación de diez bombarderos ligeros cuando detectaron a otra de bombarderos enemigos, protegidos por cazas Fiat. Dada la orden de ataque, logró abatir a otro caza que entró en barrena estrellándose contra el suelo. Días más tarde, compartió el derribo de otro CR– 32, con el piloto ruso A.N. Zietsoff, y consiguió otros dos derribos como probables. Entre el 27 de diciembre de 1936 y el 15 de julio de 1937, Baumler totalizaba de 174 horas y 35 minutos de vuelo al servicio del Gobierno de la República, habiendo derribado 3 Fiat y medio (Derribo compartido con otro piloto), un Heinkel– 51, y como probables otro Fiat y otro Heinkel– 51. Tenía entonces 23 años. El 16 de julio, tuvo que ser trasladado a Valencia por una infección de garganta, y una vez recuperado regresaría a los Estados Unidos vía Canadá en el mes de agosto. Sería uno de los dos aviadores de caza estadounidense que participó en nuestra Guerra, y el más longevo. Falleció el 2 de agosto de 1973. Hubo un piloto estadounidense, Orrin Dwight Bell, que quiso adjudicarse nada menos que el derribo de seis aviones nacionales. Tanto Frank Tinker como Albert Baumler, rechazaron tal aseveración, ya que Bell fue incapaz de aprobar las pruebas de vuelo como piloto de caza. No está claro que tuviera licencia de piloto, y además de poco competente era alcohólico. Dicho aviador fue uno de los contratados por 1,500 dólares mensuales, y al segundo mes de estar en España se le redujo el salario al de teniente, recibió unos meses de paga y fue devuelto a EE.UU.. Tampoco existe constancia documental del tiempo que estuvo al servicio del Gobierno español, ni de su participación en acciones aéreas. Uno de los aviadores norteamericanos del que Andrés García Lacalle tendría un excelente concepto fue Harold Evans Dahl, apodado Whitey por su cabello canoso, quien volaría en España con el nombre de guerra Hernando Díaz Evans. Nació en Sidney, Illinois, el 29 de junio de 1909. Se graduó en el Colegio de entrenamiento de Kelly Field, en San Antonio (Texas), y voló como correo aéreo del Ejército estadounidense. Antes de venir a España, se ocultó de unos apostadores a los que había pagado con cheques falsos, razón por la cual tuvo que pasar a la reserva del Cuerpo Aéreo del Ejército con la graduación de Teniente. Viajó a México para ser contratado como aviador por la Embajada de la República española en ese país. Dahl consiguió un acuerdo con los españoles de 1.000 dólares por cada avión nacionalista que derribase, más otros 1.500 dólares al mes, lo que era una cantidad nada despreciable. Se le había programado para que volase a NY y se uniese a otros pilotos como Frank Tinker, para viajar a Francia en el vapor Normandie. Sin embargo, su suerte cambiaría cuando al volver a Estados Unidos, desde México, mostró el pasaporte con el nombre de Hernando Díaz Evans. Las autoridades descubrieron su verdadera identidad y así como sus problemas de apuestas en Los Ángeles. Tras una semana en la cárcel, una vez libre en Texas, decidió que no sería muy inteligente viajar a Nueva York y correr el riesgo de ser arrestado. Optó por trasladarse a España desde México, y embarcar desde el puerto de Veracruz, junto a su mujer. Este retraso le impediría unirse a sus camaradas a bordo del Normandie, razón por la que viajaron en el vapor Mexique. Al llegar a España fue enviado al aeródromo de Los Alcázares donde con otros cuatro compatriotas pasaría, sin dificultad, las pruebas en vuelo. A los tres días, fue destinado al aeródromo de Manises. Allí comenzó su entrenamiento en los Breguet XIX, y días después realizaría sus primeras misiones como piloto de bombardeo. Atendiendo a su solicitud de ser destinado a una unidad de Caza, pasó al aeródromo de El Carmolí donde inició sus vuelos para tripular los cazas soviéticos I– 15 Chatos. El 18 de enero de 1937,se integró en el Escuadrón de Chatos de Lacalle, cuando estaba organizándose en Los Llanos (Albacete) y entraría en acción, la segunda semana de febrero, participando en los combates más importantes de dicha Unidad. Con ella, intervino en la Batalla del Jarama siendo derribado el 18 de febrero. Pudo saltar en paracaídas, sobre territorio amigo, y esa misma noche ya estaba en su Escuadrón. Dos días más tarde, reanudaría sus vuelos y participaría en la Batalla de Guadalajara. Era un extraordinario piloto de caza y García Lacalle lo consideraba más agresivo que Frank Tinker, pero le inspiraba menos confianza para asumir el mando de la Unidad. El 23 de marzo de 1937, Dahl cayó enfermo con fuertes dolores de estómago y fue enviado a Madrid para recibir tratamiento. Sin embargo, solicitó autorización del Ministerio del Aire para trasladarse a París y operarse de apendicitis. El 12 de abril, viajó a la capital francesa, pero no volvió a España hasta el 24 de junio, por lo que, semanas más tarde las autoridades militares aeronáuticas, al no recibir explicación alguna de la tardanza en regresar, le amenazaron con cancelar su contrato. El motivo verdadero de su regreso a España era cobrar sus pagas atrasadas, pero el Ministerio del Aire español rechazó su petición, ya que había estado fuera de España, e incluso pensaron acusarle de deserción. Dahl alegó que había sido un mal entendido y con la ayuda del comandante Andrés García Lacalle, fue aceptado de nuevo y reinició su actividad de vuelo. Durante su estancia en París, su pareja, Edith Rogers, vivió a costa de los ahorros de Dahl y él se vio obligado a regresar a España para volver a volar y poder costear los lujosos gustos de aquélla. A su vuelta, Dahl pensó que sería destinado al Escuadrón de Lakeev, con los cazas I– 16 Moscas, y así continuar con Albert Baumler y Frank Tinker. Pero los mandos militares aeronáuticos españoles decidieron que Harold Dahl no estaba bien entrenado para volar los I– 16 y lo asignaron al escuadrón ruso de I– 15 Chatos, que mandaba el ruso Ivan Eryomenko, alias Ramón, participando en las ofensivas de La Granja de San Idelfonso, en la de Huesca, y en la de Brunete. En su segunda misión de combate, el 12 de julio, Dahl fue nuevamente derribado, saltó en paracaídas y fue capturado por las fuerzas nacionales, encarcelándole en la ciudad de Salamanca. En su derribo, Dahl vivió algunos momentos terribles. Saltó en paracaídas a unos 5.000 pies, el viento lo llevó fuera del campo de batalla y su paracaídas no fue visto por sus compañeros. Por des- 84 Hilaire du Berrier, de quien se dijo que trabajó como espía para la República.


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