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102 CARLOS JOSÉ HERNANDO SÁNCHEZ lebrar la victoria, así como de las ceremonias preparadas en honor del Gran Capitán, elogiando “la gloria et triumpho de V.M., la fatica, la gagliardia, la prudentia del gran capitano, et lo beneficio nostro et compito beneficio”208. Sin embargo, Gonzalo, que utilizaba ampliamente sus ya extensos poderes, realizaría un nuevo ejercicio de prudencia política al volver a rechazar los honores del triunfo en sus entradas en Capua y Nápoles. Capitán y Virrey El 7 de enero de 1505 se celebraron los solemnes funerales de Isabel la Católica en la catedral de Nápoles. Según la Crónica del napolitano Notar Giacomo, en la nave central del gran templo gótico se construyó un monu-mento elevado sobre cuatro columnas forradas de terciopelo. Cada columna estaba coronada por un estandarte negro con las armas bordadas de la reina y el conjunto se alzaba sobre una escalinata, también forrada de paño ne-gro. Bajo el baldaquino fúnebre se dispuso el túmulo, cubierto de terciopelo negro con una franja blanca. En él podía verse una corona y a su alrededor veinte candelabros de plata, y cuatro reyes de armas sirviendo de escolta. Ante el altar mayor, donde solía sentarse el arzobispo, se colocó un aparador con copas y otras piezas de plata. Toda la iglesia estaba repleta de antorchas sobre colgaduras negras con las armas de Isabel. A la ceremonia llegaron primero los cardenales Borgia y Remolines –dos hechuras del papa Alejan-dro VI que residían en Roma y constituían el eje de la facción española en la curia-, seguidos por los representantes de la nobleza y la administración, de riguroso luto. El Gran Capitán, que había supervisado cuidadosamente la ceremonia, encabezó a caballo el cortejo que lo llevó desde Castel Nuovo hasta la catedral, donde tomó asiento junto al arzobispo mientras duraron los largos oficios y la oración fúnebre compuesta para la ocasión. El baldaquino fue luego trasladado a la residencia regia como memoria de un acto que al exaltar a la reina de Castilla pretendía reforzar también la legitimidad del virrey castellano209. El origen de Gonzalo y su enorme poder en la sociedad napolitana po-dían percibirse como un problema político en el difícil proceso sucesorio abierto en la Corona de Castilla mientras aún estaba abierta la institucio-nalización del régimen virreinal en Nápoles. En marzo de 1504 el Consejo Real había emitido unas instrucciones que transmitían el deseo de los Reyes 208 Nápoles, 23 de enero de 1504, ZAB, carp. 23-4. 209 Notar Giacomo, Cronica di Napoli (ed. de P. Garzilli), Forni, Bologna, 1980, pp. 275-276. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 45-114. ISSN: 0482-5748


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