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RHM_extra3_2015_500 años Gran Capitán

EL GRAN CAPITÁN. GENIO REVOLUCIONARIO DE LA TÁCTICA ... 131 Cuando recibe 2.000 lansquenetes alemanes, infantería con las mismas ordenanzas que los suizos, más jinetes e infantes de la Calabria y mercan-cías, trigo y dinero, D. Gonzalo comprende que es el momento de salir, pues tras 8 meses de sitio y con el aumento de guarnición, los problemas logísti-cos y de higiene son grandes. Pero el Gran Capitán sabe que no está en condiciones de presentar una batalla en campo abierto pues reconoce la superioridad de la caballería pesa-da francesa, de la artillería y la de los suizos. En cambio se sabe superior con sus enrodelados, arcabuceros, artillería a lomo y caballería ligera. A mediodía del 27 de abril de 1503, abandona Barleta, con un flanco apoyado en el mar y pernocta en la Cannas de Aníbal, de tanta resonancia histórica. Escucha a sus capitanes e impone su decisión, la batalla se dará a la defensiva y el lugar será Ceriñola. La columna que marcha hacia Ceriñola consta de un grueso de 400 hombres de armas y toda la infantería española e italiana, seguidos por los lansquenetes alemanes de von Ravennstein, y una retaguardia de 200 jinetes de Francisco Sánchez y 200 hombres de Armas del duque de Termes. Prote-giendo el flanco, un par de kilómetros hacia el enemigo, Fabricio Colonna, con 400 caballos, oculta esta información a los franceses. Esta marcha es una de las acciones más duras de la campaña. Aún hoy en día, en los centros militares de instrucción se enseña, para la formación básica del guerrero, el espíritu de marcha llevado hasta más allá de lo huma-namente comprensible. Aquellos 30 kilómetros de desolada tierra arenosa y sin vegetación, bajo los rayos del sol de un brillante día de abril que abrasaba a los sedientos hombres bajo sus pesadas armaduras, eran la distancia a salvar para llegar al lugar adecuado para dar la batalla. Especialmente duro fue aquello para los alemanes procedentes de las húmedas selvas de Centroeuropa, a los que hubo que ayudar montando a la grupa de los caballos de la columna, cosa que hizo incluso el Gran Capitán con un alférez tudesco. Vital, en tales circunstancias, fue la ayuda que proporcionó un soldado, Medina, en realidad Pedro Gómez pero que era de Medina del Campo, que apareció con cuatro carretas llenas de vino y bizcochos y que repartidas sig-nificó un aporte calórico y de moral que les empujó mucho para alcanzar el ansiado objetivo. Aún así, casi medio centenar de aquellos bravos soldados, extenuados y ya sin fuerzas, quedaron para siempre en la cuneta del camino en el cumplimiento del deber. A Medina se le quedarían para siempre en la cabeza las palabras de D. Gonzalo “Medina, vos sois el vencedor de esta batalla”8 8 LOJENDIO: Gonzalo de Córdoba. Espasa Calpe, 1965, pág. 214. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 115-142. ISSN: 0482-5748


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