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22 ANTONIO CABEZA RODRÍGUEZ inmediatos de la Casa, como ocurrió con el conjunto de la nobleza. Al lla-mamiento hecho por la reina, don Alfonso envió a su hermano con tropas que se sumaron al ejército real en la etapa final de la guerra24. La victoria de La Albuera, en noviembre de 147925, fue el último episodio del enfren-tamiento con Portugal y el inicio de la carrera del Gran Capitán, como dejó constancia Paolo Giovio en la parte primera de su famoso Libro de la vida. La Monarquía que entonces empezaba a construir se iba a ser el medio que haría posibles las múltiples trayectorias de Gonzalo, la del militar por su-puesto, pero también la del hombre de Estado tras ser nombrado virrey de Nápoles, y la no menos destacada faceta de mecenas, dado su interés por las letras y las artes en la nueva sociedad cortesana en la que hubo de desenvol-verse, en lo que ha profundizado el profesor C. J. Hernando26. La afinidad que enseguida demostró con el proyecto político de los Reyes Católicos da idea de la conciencia que tuvo de su transcendencia, y de lo justificado del riesgo por tratarse de algo que parecía verdaderamente importante. A sus veinticinco años, cuando se produjo el encuentro personal con Isabel y Fernando durante su estancia en Córdoba27, contaba con experiencia e información suficiente para adoptar una postura responsable. Era conocedor tanto de los desórdenes padecidos en los reinados de Juan II y de Enrique IV (a quienes había servido su padre, don Pedro Fernández, con diferente relevancia y agrado), como de la esterilidad de los sucesivos valimientos, en medio de las constantes pugnas de los grandes linajes por controlar el poder. Eran también patentes las consecuencias que tenía el distanciamiento con el reino de Aragóntras el desgraciado matrimonio del rey con Juana de Portugal. Cuando se produjo la guerra civil por el trono, Gonzalo empeza-ba a ejercer su primer oficio cortesano en Arévalo, como paje del infante Alfonso, por quien su hermano don Alonso de Aguilar tomaría partido en 1465. J. E. Ruiz-Domènec ha enfatizado la importancia de esta experiencia en la formación de una persona todavía joven, que explicaría su predispo-sición posterior “a tomar en serio la vida política”28. Y también la cultura, más valorada si cabe por la falta de una auténtica formación humanística. En el ambiente literario de la pequeña Corte de Arévalo tuvo oportunidad 24 Quintanilla Raso, Mª Concepción: Nobleza y señorío en el reino de Córdoba, op. cit., p. 134. 25 Rodríguez Villa, Antonio (ed.): Crónicas del Gran Capitán, Madrid, 1908, p. 261. Sánchez de Toca, José María y Martínez Laínez, Fernando: El Gran Capitán: Gonzalo Fernández de Córdoba, Madrid, EDAF, 2015, p. 29. 26 Cfs. “Las letras del héroe. El Gran Capitán y la cultura del Renacimiento”, en Córdoba, el Gran Capitán y su Época, Real Academia de Córdoba, Córdoba, 2003, passim. 27 Suárez Fernández, Luis: “El Gran Capitán y la política exterior de los Reyes Católicos”, en El Gran Capitán. De Córdoba a Italia al servicio del rey, op. cit., p. 31. 28 El Gran Capitán. Retrato de una época, Península, Barcelona, 2002, p. 62. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 13-44. ISSN: 0482-5748


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