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RHM_extra3_2015_500 años Gran Capitán

GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA Y LA IDENTIDAD DE LA ... 37 con dinero. M. A. Ladero a partir de los datos registrados en los libros de la Contaduría del Sueldo confirmó la importancia de las mesnadas de los nobles y la estructura de sus huestes: “La caballería continuaba siendo el modo noble de hacer la guerra. Las tropas de cada aristócrata reproducen en pequeña escala al ejército real: hay en ellas vasallos que viven “de acosta-miento”, hombres de armas y jinetes de la escolta personal y de las fortale-zas del señor, peones, por último, contratados para la ocasión o repartidos entre las villas y lugares de sus señoríos. El noble corre con una parte de los gastos y la Corona con el resto, de acuerdo con la relación jurada que aquél presenta de la gente que trae y con los sueldos establecidos”76. Las cuentas conservadas permiten seguir las distintas fases de la guerra. En los libros del año 1483, don Alfonso Fernández de Córdoba (señor de la casa de Aguilar desde 1455) figura en “vanguardia” con 270 jinetes y 400 peones; el alcaide de los Donceles, Diego Fernández de Córdoba, con 170 jinetes y 300 peo-nes; su homónimo el conde de Cabracon 550 jinetes, y Martín Alfonso de Montemayor con 150 y 300 respectivamente77. Hay que tener en cuenta que las huestes casi siempre fueron mandadas por su propio señor, y en su au-sencia por el capitán que él designase, por eso, el hecho de que don Alonso de Aguilar no aparezca en las relaciones oficiales de gente no incorporada a capitanías significa que dirigió personalmente sus tropas. Y su hermano Gonzalo, según la crónica de Hernando de Pulgar, será capitán de setenta jinetes78. La posibilidad de ofrecer cifras con cierto detalle indica de por sí un cambio que revela las nuevas formas de organización de la Monarquía. La hacienda del reino asumió por primera vez prácticamente el total del gasto de las soldadas: por cada jinete, 25 maravedíes diarios; 30 por cada hombre de armas; 15 para cada espingardero (infantes con armas de fuego indivi-duales); 14 para cada ballestero y 13 maravedíes para cada lancero79. La Corona, además de estos sueldos, aseguraba el aprovisionamiento de los campamentos a precio de tasa, lo que exigió la adquisición de grandes canti-dades de cereales y la contratación del transporte: hasta cuatro mil acémilas y mil carretas en las grandes campañas80. Para obtener el dinero necesario los reyes acudieron a diversos procedimientos, ya que con los ingresos ordina-rios sólo podían cubrirse una reducida parte de los costes militares. Confor- 76 Ladero Quesada, M. Á.: Castilla y la conquista del reino de Granada, Universidad de Valla-dolid, Valladolid, 1968, p. 130. 77 Ladero Quesada, Miguel Ángel: Castilla y la conquista del reino de Granada, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1968, pp. 234-236. 78 Ibídem, p. 277. 79 Ibídem, p. 157. 80 Ladero Quesada, Miguel Ángel: Andalucía a fines de la Edad Media, op. cit., p. 302. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 13-44. ISSN: 0482-5748


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