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EL SOLDADO POLÍTICO: EL GRAN CAPITÁN Y LA ITALIA DE LOS ... 77 vo, Fernando el Católico, tuvo que actualizar el control del hinterland siciliano, como antes hiciera Alfonso V, con Túnez y Tripolitania a modo de puestos avanzados de la penetración en la Berbería de Levante. Esa directriz expansiva iba a verse detenida por la conquista de Granada que, a su vez, conferiría nueva relevancia a las costas de Berbería de Poniente, en su mayor parte reservada a la expansión portuguesa. Finalmente, la conquista de Nápoles ampliaría el escenario de operaciones de la Monarquía hacia el estrecho de Otranto, frente a Venecia, así como en dirección a los Balcanes, sometidos a una atenta vigilan-cia desde las plazas costeras de las provincias napolitanas de Apulia. El eje de ese entramado de intereses era el teatro político italiano, funda-do en el equilibrio de la pentarquía de estados regionales –Roma, Nápoles, Venecia, Florencia y Milán- que había sancionado la paz de Lodi en 1454, tras el impacto de la caída de Constantinopla. Fernando intervino cada vez más en Nápoles, condicionando la diplomacia de Ferrante I, y se esforzó en anudar una red de acuerdos con los otros estados, especialmente con el Papa, Florencia y Venecia114. La diplomacia fernandina partió, como en otros aspectos, del equipo y las directrices desarrolladas bajo Juan II. Así lo demuestra la trayectoria de Bartolomé de Veri, embajador ante Ferrante I de Nápoles en 1477, asesor del virrey de Cerdeña y Camarlengo de la reina Juana de Nápoles, antes de ser nombrado por Fernando embajador en Roma en 1483115. Junto a él, otras figuras preeminentes de las letras y la política ca-nalizaron la política italiana de la Monarquía desde los primeros años, como el obispo de Gerona y cardenal Joan Margarit, embajador en varias cortes italianas y preeminente teórico político de la resurrección de España116, o Francisco Vidal de Noya, obispo de Cefalú en Sicilia y antiguo preceptor de Fernando, que en 1484 desempeñó una relevante embajada en Saboya, Mi-lán y Génova; Gonzalo Dezcallar, embajador en Nápoles y en Génova, o los embajadores residentes en la corte pontificia que, desde Gonzalo de Beteta hasta Jerónimo de Vich, asentaron la preponderancia de la nación española en Roma117, aprovechando sobre todo el pontificado del valenciano Alejan- 114 Vid. Fubini, Riccardo, Italia quattrocentesca. Politica e diplomazia nell’età di Lorenzo il Magnifico, Franco Angeli, Milán, 1994. 115 Vid. Ochoa Brun, Miguel Ángel, Historia de la diplomacia española, vol. IV, Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1999, pp. 91 y 109. 116 Vid. Tate, Robert, Joan Margarit I Pau, Cardinal-Bishop of Gerona. A biographical Study, Manchester University Press, 1955. 117 Vid. Nieto Soria, José Manuel, “La nación española de Roma y la embajada del comendador santiaguista Gonzalo de Beteta (1484)”, Anuario de Estudios Medievales, 28, 1998, pp. 109- 121 y Serio, Alessandro, “Modi, tempi, uomini della presenza hispana a Roma tra la fine del Quattrocento e il primo Cinquecento (1492-1527)”, en Cantù Francesca y Visceglia, Maria Antonietta, L’Italia di Carlo V. Guerra, religione e politica nel primo Cinquecento, Viella, Roma, 2003, pp. 433-476. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 45-114. ISSN: 0482-5748


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