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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 334

internacional La concesión del Premio Nobel de la Paz al presidente Juan Manuel Santos confirma el respaldo internacional al proceso única arma de los colombianos» reclamó por su parte un Londoño conciliador, afectivo. El ex guerrillero volvió a pedir perdón con un tono que simboliza la transformación de una generación de políticos, guerrilleros, miembros de asociaciones humanitarias y, en general, de una nueva Colombia que está cansada de luchar y de ser víctima de la guerra más longeva del continente americano. «Este acuerdo definitivo no termina confrontaciones de ideas, solo ponemos fin de manera definitiva a la guerra. No habrá más violencia entre colombianos por razones políticas. Las discrepancias se solucionarán con el diálogo» continuó el líder de las FARC en clara alusión al grupo liderado por el ex presidente Álvaro Uribe que exigía una nueva ronda de negociación (en la actual, delegaciones de la guerrilla y del gobierno además de decenas de mediadores internacionales llevan más de tres años dialogando en La Habana). «No podíamos dilatar un minuto más la implementación de la paz» explicó el presidente Santos durante Mauricio Dueñas/EFE Una instalación situada en la Plaza Bolívar de Bogotá que recuerda a las víctimas del conflicto y que reivindica una Colombia en paz que aprenda del pasado. su discurso, y anunció que en cuestión de días se iniciaría la implementación de todos los elementos del acuerdo tras su paso por el Congreso. Es decir, el trámite para su aprobación definitiva se hará esta vez a través de las Cámaras (donde el Partido Liberal del gobierno tiene mayoría). Uribe, líder del Partido Colombia Democrática (escisión del anterior y máximo exponente de los partidarios del «no») declaró poco después de la firma que no apoyaría el nuevo texto lo que, sin duda, acentúa la polarización del país y complicará la puesta en marcha de los asuntos más peliagudos del acuerdo de los 15.000 que cifra la Fiscalía hasta los 100.000 que fija el Comité Internacional de la Cruz Roja. Es por ello que la comunidad internacional, sin fisuras, mostró su firme apoyo al proceso y se contagió del sentimiento de perplejidad que inundó a buena parte del pueblo colombiano y a todos los implicados en la negociación cuando por apenas un puñado de votos venció el no en el referéndum (todos los pronósticos auguraban un cómodo triunfo del sí). Fue el 2 de octubre, y apenas una semana más tarde, la Academia sueca concedió al presidente Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz. La Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Gobierno celebrada los últimos días de octubre en Cartagena de Indias se convirtió en el foro para que todos los mandatarios respaldaran de forma unánime los intentos del presidente Santos por alcanzar un nuevo acuerdo. «No podemos dejar de trabajar. Hemos escuchado y vamos a dar respuestas» afirmó durante la Cumbre el líder colombiano, quien también anunció que el dinero de la concesión del Nobel lo donará a las víctimas del conflicto. «Colombianos, este premio es de ustedes», sentenció Santos. Veinticuatro horas después del rechazo, los equipos negociadores se volvieron a sentar en La Habana en una especie de cónclave con la misión irrefutable de conseguir un nuevo texto. La orden para el equipo que dirigió Humberto de la Calle era clara: no podían volver a Colombia sin una nueva oportunidad para la paz. Tenían sobre la mesa el documento con las cerca 400 propuestas agrupadas en 57 bloques que habían exigido paz: la reinserción de los guerrilleros (las FARC tiene algo más de 7.000 integrantes), las penas a cumplir y por quienes y la indemnización a las víctimas. Pero el proceso parece ahora imparable. También los responsables del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla del país y la única activa, ha comenzó el proceso de negociación el 27 de octubre en Quito (Ecuador). RESPALDO INTERNACIONAL Al margen de los inevitables y humanos fallos o lagunas que puedan contener las 310 páginas del Acuerdo (13 más que el primer texto), lo cierto es que todos los analistas internos y externos coinciden en que la férrea oposición de Uribe es más un asunto de ego y de protagonismo deseado. Que sería un imperdonable error histórico echar por tierra un documento que pone fin a una guerra que ha costado más de 260.000 muertos, siete millones de desplazados y una cifra indeterminada de desaparecidos que constata el horror de la guerra enquistada en una espiral de delincuencia y narcotráfico donde matar tenía tal impunidad que los muertos desaparecían sin rastro. La horquilla de desaparecidos va desde Diciembre 2016 Revista Española de Defensa 51


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