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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA CERVANTES

LA POÉTICA DE CERVANTES 165 La lengua. Los personajes y el lenguaje Aristóteles había dedicado los capítulos XX al XXIII de su Poética al estudio del lenguaje. Partiendo de la unidad mínima, que llama «elemento», como si se tratara de un gramático, define cada una de las partes de la ora-ción. Evidentemente, no es esta parte doctrinal la que aquí nos interesa, sino la del uso del lenguaje en sus formas de expresión más complejas, como la metáfora y la analogía, para llegar a la elocución, de la que dice: «Lo esencial de la elocución es que sea clara y sin ser baja. Es clara la que está formada de palabras corrientes. Noble y separada de lo ordi-nario es la que se vale de palabras fuera de lo común, y llamo “fuera de lo común” a la palabra rara, a la metáfora, al alargamiento, o a todo lo que va contra la corriente». El siguiente paso nos lleva al clasicismo latino, donde había una con-ciencia clara de las diferencias diastráticas de los hablantes puestas de ma-nifiesto en el sermo rusticus, el sermo urbanus, y el sermo vulgaris, habla del campesino, del habitante de la ciudad supuestamente culto, y del vulgo respectivamente, que en su conjunto formaban el «tesoro» de la lengua, tal como lo entendería Covarrubias, contemporáneo de Cervantes. A propósito del tesoro de la lengua latina Horacio ya había teorizado sobre la posibilidad de enriquecerlo admitiendo neologismos, por ser como las hojas que se renuevan cada primavera, y los arcaísmos, que pueden vol-ver a nacer para dar relevancia y prestigio a la lengua22 si así lo quiere el uso, «que es árbitro, ley y norma del habla». ¿Cómo entiende Cervantes estas propuestas lingüísticas? En el siglo XV, una corriente lingüística nacida en Italia de la pluma de Lorenzo Valla llega a España en las manos de Nebrija para reivindicar la importancia del uso frente a la norma y la defensa de la lengua materna. Valla y Nebrija se presentan como debeladores de la barbarie, Cervantes hace lo propio proclamándose por boca de don Quijote «Cid en las armas y Cicerón en la elocuencia» (segunda parte, XXII). ¿Cómo conjuga, pues, las tres corrientes: la aristotélica, la ciceroniana-horaciana y la de Nebrija? Una vez más, de manera genial, consciente de que la lengua funciona bien si hay adecuación entre propósitos y resultados, adaptando el lenguaje a cada personaje con la coherencia consiguiente: 22  Horacio: Ars poética, vv. 46-72. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2016, pp. 165-172. ISSN: 0482-5748


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