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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA CERVANTES

26 MANUEL FERNÁNDEZ NIETO Cervantes cautivo en Argel Arnaute Mamí es quien manda las naves argelinas que, tras con-seguir su presa, se dirigen hacia Argel. Los prisioneros tenían gran valor para los piratas, ya que de ellos se obtenía notable provecho: unos eran utilizados como remeros en las galeras; otros, en cambio, eran negociados, y cuando la familia recaudaba la cantidad fijada para el rescate los liberaba. Esta misión la desempeñaban los frailes de la Orden Trinitaria y los de la Merced, que en España pedían limosna para este caritativo fin. Cervantes pasa a ser esclavo de Dalí Mamí, llamado el Cojo. En efecto, sus raptores piensan que es un personaje de impor-tancia por las cartas de recomendación halladas en su poder y piden por su rescate una elevada suma. El escritor sabe que su familia no puede reunir esa cantidad, por lo cual pronto proyecta la huida. Hasta cuatro veces lo intenta por tierra o mar, la primera en 1576, después en 1577, cuando su hermano Rodrigo ha sido liberado; y los dos años siguien-tes, ya bajo el poder de otro amo, Hassán Bajá, conocido en literatura como Azán Agá. En todas las ocasiones fracasa y le es perdonada la vida, clemencia inexplicable si no tenemos en cuenta que el autor del Quijote debía impresionar a los demás con su nobleza de ánimo y buen carácter, tal como declaran sus compañeros. El cautiverio dura cinco largos años borrando la hazaña de Lepanto y las distintas campañas militares en las que ha participado con arrojo. Miguel vuelve a su pa-tria sin cartas ni edad para ser capitán, sin medios y con una familia vieja que no puede ayudarle. En octubre desembarca en Denia y hacia diciembre llega a Madrid para empezar su vida de nuevo. Viene a «pre-tender », es decir, a buscar algún cargo que le recompensase sus años de milicia. Su situación económica es apurada. Para mayor desgracia no tiene donde acudir ya que la Administración del Reino se ha ausentado de la capital. En mayo de 1581, acude a Portugal, recién incorporado a la Co-rona de Felipe II. Allí está la Corte y todo cuanto consigue son cin-cuenta ducados y una misión política en Orán que le ocupa un mes y por la que le entregan cien ducados. A fines de año está de nuevo en Madrid. En 1582 sigue recorriendo las calles madrileñas en espera de encontrar un reconocimiento a sus méritos y un oficio con que susten-tarse. En febrero pide a don Antonio Eraso, secretario del Rey en el Consejo de Indias, un empleo en América que no se le otorga. Por el ocio en que se hallaba se «entretenía» entonces escribiendo una narra-ción titulada La Galatea. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2016, pp. 26-46. ISSN: 0482-5748


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