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REVISTA HISTORIA NAVAL 136 MAS SUP25

MARINA MERCANTE: LUCES Y SOMBRAS (1914-1918) Ante la indiscutible superioridad naval de los aliados, la estrategia naval alemana se centró en una guerra de desgaste. En su intento de bloquear al Reino Unido, Alemania anunció que desde el 18 de febrero de 1915 todos los barcos que navegasen por las aguas de Gran Bretaña, Irlanda y el canal de la Mancha podrían ser hundidos sin previo aviso. La presión de Estados Unidos excluyó a los barcos neutrales de esta amenaza, a pesar de lo cual, como ya hemos señalado, fueron destruidos dos buques españoles. El hundimiento del trasatlántico inglés blindado y armado Lusitania, el 7 de mayo de 1915, muriendo 413 tripulantes y 785 pasajeros, agravó la tensión con los Estados Unidos al ser muchos de los fallecidos (128) ciudadanos norteamericanos. Para evitar la guerra con la potencia americana, el gobierno alemán instó al Alto Mando de la Armada a que moderara sus impulsos en la guerra submarina. Después del hundimiento del Arabic, en el que también perdieron la vida ciudadanos americanos, se prohibieron expresamente los ataques sin previo aviso a los buques de pasajeros. En septiembre de 1915, la guerra submarina quedó reducida a una guerra comercial ajustada a la «ley de presas». Los submarinos debían lanzar una advertencia a los navíos que permitiría ahorrar vidas humanas, dando la posibilidad a las tripulaciones de utilizar sus lanchas de salvamento. Para el sumergible esta táctica era muy peligrosa. Al señalar su posición se hacía muy vulnerable, especialmente desde que «se multiplicaron los pequeños vapores armados hasta una cifra enorme, tanto construyéndose nuevos como por transformación de los existentes» (15). También podía ser atacado por los buques patrulla que se encontraban en las proximidades y que eran cada vez más numerosos. En otoño de 1916, la entrada en la guerra de Rumania con los aliados y la mala situación del Ejército alemán tras las batallas de Verdún y el Somme, decidieron a Hindenburg y Ludendorff, jefes del Mando Supremo del Ejército, al empleo del arma submarina sin restricciones a pesar de las reservas del canciller Bethmann-Hollwerg, temeroso de la reacción de los países neutrales. En octubre de 1916 se reiniciaban los ataques indiscriminados a los barcos mercantes, 23 buques españoles fueron hundidos a lo largo de 1916. La intensificación de la guerra submarina tuvo repercusiones importantes para España. Lo reconocía explícitamente el presidente del Gobierno, conde de Romanones: «La acción de los submarinos alemanes contra nuestra flota mercante se recrudeció en aquel verano del 16. Con rapidez nuestra Marina mercante se reducía. En cuatro meses se hundieron 80.000 toneladas, y esto producía un alza en el precio de las subsistencias, con una baja en las exportaciones» (16). Durante 1917, el peor año para la marina mercante española, fueron hundidos 35 barcos. Esta alta cifra de pérdidas hay que ponerla en relación con las nuevas tácticas de Alemania para ganar la guerra. El Alto Mando de la Arma- (15)  CHURCHILL, p. 803. (16)  ROMANONES, p. 392. Año 2017 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 47


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