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1049 que el coste de operar una fuerza aérea sería similar al de uno o dos acorazados al año24. El segundo punto a comentar son las diferencias en el modo de lograr la coerción del adversario. Y antes de entrar en ello conviene introducir brevemente el concepto de coerción, pues también será el tema central del segundo debate. Para ello utilizamos la distinción clásica que establece Thomas C. Schelling entre fuerza bruta y coerción25:  La coerción recurre a la fuerza para rendir al adversario aunque a este le queden todavía medios con los que resistir. Se utiliza para que el oponente ceda y evite más daños. Es una violencia instrumental dentro de un proceso de negociación. Por tanto, el proceso resultará más exitoso cuanto menor sea el nivel de fuerza aplicado. Conforme aumente, más cerca se estará de una victoria por fuerza bruta.  La fuerza bruta persigue, sin embargo, la subyugación completa, la imposición de los términos propios sin posibilidad alguna de resistencia por parte del adversario. Y en ocasiones extremas puede traducirse en el exterminio total de este. Una vez clarificados ambos conceptos, veamos las vías propuestas para conseguir la coerción desde el aire. La diferencia principal era la selección de objetivos. De manera genérica podemos distinguir cuatro categorías:  Ataque directo a la población civil. Su principal exponente fue el oficial italiano Giulio Douhet, que llegó a justificar el lanzamiento de armas químicas sobre las ciudades enemigas. Pretendía forzar la rendición aterrorizando a la población. De ese modo, aunque el inicio de la guerra fuese brutal, el número último de víctimas sería sustancialmente menor —en términos comparativos— al provocado por combates terrestres estilo Primera Guerra Mundial. Douhet fue explícito: «sin duda los cementerios se ampliarán, pero no llegarán a alcanzar el tamaño previo a la firma del Tratado de Versalles»26. Los estrategas británicos Basil Liddell Hart y John C. Fuller, también respaldaron el enfoque del mal menor, aunque trataron de rebajar su nivel de destrucción. Para ello Liddell Hart propuso arrojar sobre de las ciudades gases no letales con la esperanza de conseguir la victoria sin masacrar civiles ni 24 Sherry, Michael S. (1987), The Raise of American Air Power. The Creation of Armageddon, p. 34. 25 Schelling, Thomas C. (1966), Arms and Influence, New Haven, CT: Yale University Press, pp. 4-5. 26 Sherry, Michael S. (1987), The Raise of American Air Power. The Creation of Armageddon, pp. 23- 27. bie3 El debate sobre la primacía del poder aéreo: un recorrido histórico Javier Jordán Enamorado Documento de Análisis 12/2012 11


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