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REVISTA GENERAL DE MARINA MAYO 2017

leza, y si la sentimos lisa como el cristal, es artificial, de fábrica; es «otra cosa» y hay que andarse con ojo. Gracias a esta sencilla prueba el posible incauto comprende que es bueno recordar que por la mar nadan las sardinas y por el monte corren las liebres. Existen en el mercado perlas de todos los colores, formas, e irisaciones u orientes. Pero todas estas características dependen, únicamente, ya lo hemos dicho, de la peculiar distribución de las laminillas de nácar producidas por diversas especies de moluscos y de la particular aptitud de aquellas para descomponer la luz, porque en realidad el nácar carece de color, como puede comprobarse moliendo una pequeña porción y viendo que el polvo resultante es blanco. Y que en este trance el efecto óptico, la magia de aquellas atrayentes irisaciones, ha desaparecido. No solamente existen perlas de origen marino, sino que también las hay de agua dulce. Esta doble procedencia tiene un especial interés para quienes como nosotros siempre hemos defendido el pasado marino de cualquier vestigio de vida en nuestro planeta. Después puntualizaremos en este tema. Pero las perlas marinas no solamente son producidas por las llamadas madreperlas, que cada vez se pescan menos (no pueden competir con las perlas cultivadas) en los mares de Japón, California y Brasil, y en lo más alto del podio las renombradas madreperlas de Ceilán, Meleagrina margaritífera, que es una ostra que se extiende por el mar Rojo, por el Índico y por el Pacífico oeste. Pero no es necesario remontarse a tan distinguidos archipámpanos porque otros muchos bivalvos, como son las ostras y almejas comunes, los mejillones, las vieiras, las nacras, e incluso gasterópodos tan vulgares como las orejas de mar y otras caracolas también pueden presentar ocasionalmente perlas, generalmente de escaso o nulo valor; aunque la excepción confirma la regla y las más buscadas y cotizadas RUMBO A LA VIDA MARINA Aunque las perlas más frecuentes en el comercio proceden de las llamadas madreperlas espontáneas y cultivadas, otros muchos bivalvos y gasterópodos también pueden producirlas. De hecho, las más cotizadas por su extraordinario color proceden del estrombo gigante, Strombus gigas, que Colón vio adornando los brazos de los indios huastecas (Foto: Arturo Valledor). 2017 693


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