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REVISTA ESPAÑOLA DERECHO MILITAR 106

La repatriación de los soldados españoles de Cuba y su influencia en la sociedad española dida, retomamos aquí la petición del general Blanco en septiembre de 1898 que solicitaba contar con «120 trasatlánticos lo menos» (Gómez, 2000: 130). La necesidad de cumplir con los plazos impuestos obligó a contratar una numerosa flota extranjera de Alemania, Francia e Inglaterra. En su truculento artículo sobre la vida de cada uno de estos buques, Rafael Gon-zález Echegaray nos dice: La historia de la repatriación es dolorosa, humillante, ejemplar y silenciosa …. Hoy nuestro recuerdo, concretamente, es para los ciri-neos de pabellón extranjero que nos ayudaron en el tiempo record que exigieron los americanos. Hasta 21 buques trasatlánticos no españoles vinieron a echarnos una mano en aquel apuro, …. Si se compara esta operación naviera con la que en 1895 y 1896 realizó entusiásticamente la propia Trasatlántica, a la inversa, para el envío extraordinario y urgente de tropa a ultramar nos podemos dar una idea exacta de cuánto estaba implicando la derrota en la marcha económica del país. Los soldados fueron en diez veloces transatlán-ticos que compró la Compañía entre lo más florido de las flotas mun-diales de vapores correos; las sombras de los soldados —disenterías, fiebre amarilla, tifus y malaria— regresaban en veinte transportes de medio pelo, viejos y cachazudos (salvo alguno que otro) sacados a lazo de todas las rutas comerciales. Vae victis (González, 1964: 185 y 192). Las enfermedades que padecían los soldados y causa principal de su muerte, incluso mayor que las bajas en combate, fueron la fiebre amarilla, disentería, paludismo, tuberculosis y anemias. En los puertos de llegada se habilitaron hospitales para cuidar y mantener a los enfermos y heridos en cuarentena y, posteriormente, trasladarlos a los hospitales de Valladolid, Burgos, Vitoria, Lugo, Bilbao, San Sebastián, Pamplona y Zaragoza. Para evitar disturbios en la capital, el Gobierno dio la orden de solo utilizar como último recurso los hospitales de Madrid, Alcalá de Henares, Guada-lajara y Cuenca. En el último trimestre de 1898, la autoridad militar acordó con la Cruz Roja que esta se encargaría de acudir a la llegada de los barcos. Asimismo, la Compañía Trasatlántica avisaba directamente a la Cruz Roja de las llegadas de sus buques. La asistencia aportada era sanitaria y tam-bién con víveres, suministros farmacéuticos y con el personal necesario para sacar con camillas o a hombros los enfermos de las bodegas de los buques. En realidad, CRE tenía ya a finales de enero de 1898 previsto un plan de actuación completo para que los repatriados vieran todas sus ne-cesidades básicas cubiertas como los cuidados médicos tanto en el desem- Revista Española de Derecho Militar. Núm. 106, julio-diciembre 2016 271


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