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RHM EXTRA 1 2017

32 ANA ARRANZ GUZMÁN batallas”, “temprança es escudo azerado de confondimiento e destruimiento de sobervia”, “temprança es morada segura e torre firme”, “largeça es señora de las conquistas”, “piedad es espada de vencimiento de los pecados”51. Respecto a los nueve capítulos dedicados a la guerra, llama la atención el significativo número de innovaciones que aparecen en el texto. En primer lugar, en él se apunta y realza cuál ha de ser el fin último de la guerra, que no es otro que el de recuperar para la Cristiandad las tierras arrebatadas por los musulmanes en la Península. Para ello destina la primera de las leyes al tratamiento de la “guerra justa”, que tanto predicamento tendría posteriormente en los propios Ordenamientos de las Cortes bajomedievales. El capítulo XXVII, en concreto, recuerda al rey que debe “fazer todo bien e traer muchas tierras e provinçias a la fe de Dios”. En segundo, se subrayan los valores éticos de los que deben estar dotados los efectivos del ejército cristiano, destinándose el capítulo XXIX a realizar una valoración moral “de las gentes que el rey non deve levar a sus guerras”, refiriéndose, en especial, a los codiciosos Por último, se apuntan toda una serie de cuestiones relacionadas con la administración y la logística militar, que acabarían resultando capitales en las normativas posteriores52. Entre ellas, cabe destacar, por ejemplo, las consideraciones recogidas en el capítulo XXXII sobre el momento en que el monarca debe decidirse a combatir, que no ha de ser antes de tener pleno conocimiento del agua, mieses y ganado con los que cuenta para el mantenimiento de su ejército, así como de lo que puede encontrarse estando ya en el campo enemigo. De especial significado para el tema tratado es el capítulo XXXV por recogerse en él un claro replanteamiento sobre la composición idónea del ejército. En un tiempo, como era el siglo XIII, en el que el ejército se encontraba formado por huestes señoriales, concejiles y también por algunos mercenarios que acudían con derecho a botín, en el Libro de los doze sabios, ante los problemas derivados de tal composición, se apuesta ya por un ejército en el que el militar profesional empezara a ocupar un lugar substancial. Para ello se hacía preciso que el rey pagara a sus componentes un sueldo digno, algo que, al mismo tiempo, le permitiría prohibir a sus tropas saquear los lugares ocupados, bajo pena corporal y pecuniaria, redundando en claro 51  Libro de los doze sabios…, capítulos I, V, VIII, XII y XVI, respectivamente. 52  No ha de olvidarse que los ejércitos castellanos tuvieron que enfrentarse en no pocas ocasiones a problemas derivados, más que de la superioridad de hombres y armas del enemigo, de la tardanza en la en la movilización de las tropas o de los relacionados con la intendencia y la escasez de fondos para comprar alimentos. En este sentido, la Crónica de Alfonso XI, por ejemplo, es muy rica en detalles. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2017, pp. 32-58. ISSN: 0482-5748


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