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internacional Una península reunificada, con 75 millones de habitantes, será una gran potencia económica y militar mismo. Kim camina como si estuviera en su casa, en terreno propio, aunque éste haya sido durante más de medio siglo un polvorín minado, una trinchera entre dos mundos en guerra sin cuartel. Unos verán este símbolo como «la vuelta del hijo pródigo»; otros lo verán exactamente del modo contrario: Kim Jong Un, emulando al «padrecito de los pueblos», Josif Stalin, abre sus brazos para acoger a «los descarriados capitalistas». De cualquier manera, y dejando aparte la escenografía que tanto gusta a Jong Un, su encuentro con el presidente surcoreano Moon Jae In, va más allá de la propia Corea, y se sitúa, con toda la precaución y las reservas que haya que tener aún, en un cambio de trascendencia histórica mundial con diferentes consecuencias. La primera, obviamente, será para la relación entre las dos Coreas. La reconciliación es una «causa nacional », para dos Estados que coexisten mal que bien desde la firma del armisticio en 1953. Durante tres años, entre 1950 y 1953, tras la invasión del Sur por su vecino del Norte, los dos países libraron una cruenta guerra. Seúl, apoyado por Washing- ton, consiguió obligar a Pyongyang a firmar el alto el fuego, refrendado por EEUU y China, pero no hubo ningún tratado de paz, por lo que técnicamente la guerra continua. La comparación salta a la vista con las dos Alemanias, que durante casi medio siglo vivieron la misma situación. ¿Qué fue lo que permitió en el fondo la reunificación Buques de Corea del Sur, Japón y EEUU atracan en el puerto nipón de Yokosuka durante unas maniobras conjuntas en diciembre de 2017. alemana? Que el pueblo alemán tenía conciencia de su unidad. Y todos los indicios apuntan a que entre las dos Coreas ocurre lo mismo. Sólo el porvenir inmediato permitirá asegurarlo. Lo que sí es cierto es que una península reunificada, con 75 millones de habitantes, constituiría una potencia económica importante. La tecnología del Sur y la mano de obra barata del Norte, situarían a Corea al nivel de la economía japonesa de los años 70, pero con un índice de crecimiento superior el nipón.  Dicho esto, en la comparación de Corea con Alemania, la situación geopolítica e histórica no es la misma en 2018 que en 1989. Algunos achacan a Kim Jong Un que lo único que pretende es prolongar su régimen, darle oxígeno. Siendo esto cierto, también lo era que el comunista Erik Honnecker, que aceptó la reunificación alemana promovida por el capitalista Helmut Kohl, también quería perpetuar el régimen comunista, aunque modernizándolo. «Los problemas de Corea deben ser resueltos por los propios coreanos», es la divisa de Kim Jong Un, aceptada por sus vecinos del sur. Entre estos «problemas » sin duda alguna se encuentra el de la nuclearización del Norte, que ha sido el desencadenante de la crisis actual. En la Declaración firmada por los dos mandatarios durante su histórico encuentro en Pan Mun Jon se pide textualmente «la desnuclearización total de la península », lo que conlleva el cese de ensayos nucleares de Pyongyang y el fin de su programa atómico, pero también que Corea del Sur se desentienda del paraguas nuclear norteamericano. La desnuclearización, dicen los dos dirigentes, debe ser «completa, verificable e irreversible». Corea del Norte quiere que los 28.500 militares estadounidenses presentes en el Sur se vayan, y también que Washington retire sus dispositivos atómicos de protección sobre Seúl. Por el momento, EEUU quiere reducir el alcance de la Declaración limitándose a compararla con la situación libia en 2003, según palabras del Consejero de Seguridad del presidente Trump, John Bolton. En aquel entonces, Muamar el Gadafi consiguió el restablecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU en 2006 a cambio de renunciar completamente a su programa de armas químicas, bacteriológicas y nucleares. Kim Jong Un ya ha declarado que cerrará sus instalaciones nucleares y que invitará a expertos internacionales, incluidos norteamericanos y surcoreanos, así como a la prensa, a inspeccionarlo. A cambio quiere quitar las sanciones y compesaciones económicas. Veremos si cumple. EL PAPEL DE EEUU  Un eventual Tratado de Yonhap/EFE paz, el establecimiento de relaciones diplomáticas entre EEUU y Corea del norte, previo a la unificación de la península, tendría necesariamente algunas consecuencias en el despliegue geoestratégico de Washington en la región. Por el momento, la atención se centra en la próxima reunión cumbre entre Trump y Jong Un, del próximo el 12 de junio. No obstante, los tira y afloja de uno y otro (Trump dijo que no iría, pero el 1 de junio cambió de opinión y confirmó que sí) levantan ciertas dudas. Incluso si la reunión comienza, el presidente Trump ha dejado claro que podría dar el portazo si 54 Revista Española de Defensa Junio 2018


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