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Revista Historia Militar Extra 1 2018

276 IVÁN CURTO ADRADOS en toda la cristiandad, tanto occidental como oriental. Sirva como ejemplo el sermón del patriarca constantinopolitano Focio quien, a mediados de 860, mientras un ejército de rhos escandinavos atacaba la capital bizantina en ausencia del emperador Miguel III, pronunciaba las siguientes palabras desde el púlpito de Santa Sofía: “¿Qué es esto? ¿Qué significa este penoso y duro golpe y esta furia? ¿Por qué ha caído este terrible relámpago venido del más lejano norte sobre nosotros? … ¿No es acaso por culpa de nuestros pecados que todo esto ha sucedido? ¿No se trata de una condena y una exhibición pública de nuestras transgresiones? Verdaderamente los pecados diezman a los pueblos, y el pecado es como una espada de doble filo para aquellos que lo consienten. … Como una vaquilla enloquecida hemos desafiado los mandamientos del Señor y hemos despreciado sus órdenes. Por esta razón la guerra campa y hay gran destrucción en nuestra tierra. Por esta razón Dios ha abierto su arsenal y ha desenvainado las armas de su furia. Por esta razón una nación nos ha acechado desde el norte como si estuviera atacando otra Jerusalén, y se han alzado los pueblos de los confines de la tierra portando arco y lanza. Pueblos fieros y despiadados cuya voz es como el rugir del mar”19. La visión de San Focio, análoga a la de Alcuino o a la del clero franco del sínodo de Meaux –al haber bebido en las mismas fuentes bíblicas y patrísticas20–, fue compartida también por la ‘intelectualidad laica’ altomedieval21. Por citar algunos ejemplos del otro extremo de la ecúmene, el cristianísimo rey Alfredo el Grande de Wessex (871-899), al relatar las invasiones vikingas y los grandes sufrimientos éstas habían producido en su reino –y su persona–, las describe como un castigo divino impuesto en un tiempo “en el que ninguno de nosotros amaba la sabiduría ni la permitíamos a otros hombres; detentábamos sólo el nombre de cristianos, mientras que muy pocos poseíamos las virtudes”22. A mil kilómetros de Winchester, en Oviedo, el rey Alfonso III el Magno de Asturias, al enterarse de la destrucción del célebre monasterio de San Martín de 19  Remárquese de nuevo la influencia de II Reyes 24: 1-4 en el sermón. Mango, Cyril: The Homilies of Photius Patriarch of Constantinople. Harvard University Press, Harvard, 1958, pp. 82-84. 20  El conocimiento de los escritos de San Agustín por parte de Focio se hace patente tanto en el fragmento transcrito como en la famosa controversia del Filioque. Haug, Richard: Photius and the Carolingians: the Trinitarian Controversy. Nordland, Belmont, 1975, pp. 151-153. 21  Quede constancia de que consideramos la separación artificial dada la preeminencia de los clérigos en las cortes regias y su monopolio cultural durante toda la Alta Edad Media. 22  Keynes, Simon y Lapidge, Michael: Alfred the Great. Asser’s Life of King Alfred and Other Contemporary Sources. Penguin, Londres, 1983, p. 125. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 276-300. ISSN: 0482-5748


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