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Revista Historia Militar Extra 1 2018

60 ANA ARRANZ GUZMÁN vicario de Dios, presentado con anterioridad por Pedro I en el discurso de apertura de las Cortes vallisoletanas de 1351: “…porque los rreys e los prinçipes biven e rregnan por la justicia en la qual son tenudos de mantener e gobernar los sus pueblos e la deven cumplir e guardar sennalada miente entre todas las otras cosas queles Dios encomendó por el estado e lugar quedel han en la tierra...”86. Y en el mismo sentido, aunque más alambicado, probablemente por tener que justificar la guerra civil mantenida contra Pedro I y el asesinato del rey legítimo, se muestra el discurso de su padre Enrique II en las Cortes de Toro de 1371: “En el nombre de Dios Padre e Fijo et Espiritu Santo, que son tres Personas et un Dios verdadero. Por que segunt se falla asi por el derecho natural commo por la Santa Escriptura, la justicia es la noble et alta virtud del mundo, ca por ella se rrigen et se mantienen los pueblos en paz et en concordia; et porque especial mente la guarda et el mantenimiento e la esecuçion della fue encomendada por Dios a los rreyes en este mundo, por lo qual son muy tenudos dela amar e guardar; ca segunt dize la Santa Escriptura bienaventurados son los que aman et façen justicia en todo tiempo, et Dios aluéngales la vida…”87. Sin llegar al lenguaje especialmente poético de San Isidoro en el conocido prólogo de su obra Las Historias de los Godos, Vándalos y Suevos, donde España “se viste con espigas”, “recibe sombra de olivos” y “se ciñe con vides”88, en las Cortes de Castilla también se elogió esta tierra a la que había de protegerse por ser más “abonada” que las otras del mundo, según se recordó también en las vallisoletanas de 1351, cuya imagen se transmitiría a los siguientes reinados: “…et por ende quela mi tierra, que Dios ffizo muy abonada de todas las cosas entre todas las otras tierras del mundo…”89. Además de estas ideas, Juan I siguió potenciado en Cortes todas las esgrimidas en los reinados anteriores, aunque dentro de discursos mucho más extensos y en los que otros principios y deberes cristianos, hasta entonces no utilizados, afloraron con una fuerza extraordinaria. La virtud de la 86  Cortes, II, pp. 1-2. 87  Cortes, II, pp. 188-189. 88  Estudio, edición crítica y traducción de Rodríguez Alonso, Cristóbal: Las Historias de los Godos, Vándalos y Suevos de Isidoro de Sevilla, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, León, 1975. 89  Cortes, II, p. 26. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 60-76. ISSN: 0482-5748


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