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Revista Historia Militar Extra 1 2018

92 ISABEL BECEIRO PITA que se incorporan a Santiago, en concreto san Isidoro y san Millán. San Jorge, en cambio constituye un signo de identidad del conjunto de la Corona de Aragón. Forma parte de la mitificación de Jaime I. Si ya estaba apuntada en el Llibre dels fets, inspirado en los recuerdos personales del monarca, se intensifica en el siglo XIV, época en la que las narraciones comienzan a reelaborarse, exacerbando la intervención divina en la conquista. La difusión de este culto por los siguientes soberanos significa una forma de propaganda filomonárquica de carácter religioso y patriótico. En Valencia se celebró su fiesta desde 1343 y adquirió un hondo sentido cívico, que reafirma en el municipio el sentimiento de comunidad nacional. El reinado de Pedro el Ceremonioso marca una nueva etapa en este proceso. Hizo respetar la celebración del santo en las Ordinacions de la casa real y, con ocasión de la guerra con Pedro I de Castilla, incorporó su imagen a las enseñas bélicas de la Corona34. Aunque sus antecesores ya tenían la reliquia del brazo del santo, trató de aprovechar la influencia catalana sobre el ducado de Atenas para obtener su cabeza, custodiada en el castillo griego de Livadia. En 1354, envió desde Cerdeña a un agente encargado de hablar con el duque, de origen siciliano, sus oficiales, los eclesiásticos de Tebas, los síndicos de Atenas y los caballeros de la zona, mayoritariamente catalanes, para conseguir esta reliquia, alegando que se proponía fundar un monasterio de nobles, bajo la advocación del bienaventurado. La gestión fue infructuosa, pero tuvo su contrapartida indirecta en la ofrenda de otra parte de un brazo, por parte de la reina María de Chipre35. Durante la centuria siguiente, la imagen del santo combina el patrocinio guerrero a la monarquía con el valor modélico. En el sermón pronunciado el 25 de abril de 1413, en la catedral de Valencia, san Vicente Ferrer no menciona la aparición del Puig, pero recuerda su gran ayuda en la conquista de la ciudad y el reino valenciano y lo propone como modelo de caballeros, frente a los vicios de la nobleza y el pueblo36. Tras la toma de Nápoles, Alfonso el Magnánimo instaura su culto en la ciudad y coloca su estandarte en el castillo y las principales iglesias, en señal del cambio de poder de los angevinos a los Trastamara aragoneses. 34  Rafael Narbona Vizcaíno, “Héroes, tumbas y santos. La conquista en las devociones de Valencia medieval”, en Saitabi, 46 (1996), pp. 293-319. 35  Vincent Baydal, “Santa Tecla, San Jorge y Santa Bárbara. Los monarcas de la Corona de Aragón a la búsqueda de reliquias en Oriente (siglos XIV-XV”, en Anaquel de estudios árabes, vol. 21 (2010), pp. 158-159. 36  Amadeo Serra Desfilis, “El espejo roto: Las imágenes del caballero del Tirant al Quijote”, en Norberto Piqueras Sánchez (ed.), Del Tirant al Quijote. La imagen del caballero, universidad de Valencia, 2005, pp. 29-20. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 92-102. ISSN: 0482-5748


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