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internacional El soldado iraquí Dred Subhi rescata a una niña de los escombros de su casa en Mosul. Sus padres eran miembros del Daesh y ambos murieron en un ataque suicida. necesarios meses de diálogo y mediación para consensuar la designación de Salih, y de Mahdi (la Constitución determina que el presidente debe ser kurdo, el primer ministro árabe chiita y el presidente del Parlamento árabe sunita) que se enfrentan al complejo reto de gestionar la paz. No va a ser fácil dar respuesta a un país con 38,5 millones de habitantes que produce 4,5 millones de barriles de petróleo al día pero que se ve obligado a importar el 85 por 100 de la comida y los consumibles que necesita. Hay ciudades como Mosul o Faluya reducidas a escombros, en todo el país faltan viviendas, escuelas y hospitales Carlol Guzy/EFE y hay que reconstruir las más básicas infraestructuras (la red estatal de electricidad apenas genera 8.000 de los 15.000 megavatios necesarios). SEGURIDAD Y DESARROLLO Para que todo esto sea posible, lo primero es garantizar la seguridad. Aunque la realidad habla por sí sola y es más que evidente que el Daesh está herido de muerte aún queda mucho por hacer. Las Naciones Unidas afirman que de los 65.000 incidentes violentos que hubo en Irak entre 2015 y 2016 apenas sobrepasaron los 1.000 en 2017, y el informe anual del Departamento de Estado norteamericano arroja un resultado muy positivo al indicar que, a pesar de que el autodenominado Estado Islámico seguía siendo el responsable de más ataques y muertes que cualquier otro grupo terrorista en 2017, sus acciones ese año se redujeron en un 23 por 100 y ocasionó un 53 por 100 menos de víctimas mortales que en 2016. Con las limitaciones que implica ofrecer datos fidedignos sobre terrorismo, el centro The Sophian Group (integrado por antiguos miembros de la CIA y de los servicios de inteligencia de varios países árabes) indica que en su cénit, entre 2014 y 2015, el Daesh concitó a cerca de 70.000 combatientes (de ellos, más de 30.000 eran extranjeros). Ahora, según un comunicado del departamento de Defensa de EEUU, quedan en Siria e Irak unos 30.000 miembros del grupo terrorista (de los cuales, habría en Irak entre 15.500 y 17.000). Del resto, se sabe poco: el mismo informe cifra en 25.000 los muertos; unos 5.000 han sido detenidos, algunos han regresado a sus países de origen y otros muchos han buscado nuevas tierras idóneas para proseguir su lucha en lugares como Filipinas, el Sahel o Libia. Pero aunque quede mucho por hacer, junto a la expulsión del Daesh de su territorio ha surgido en Irak una nueva generación —con un claro exponente en Nadia Murad, una joven activista yazidí que fue esclava sexual de los yihadistas y a quien el 7 de octubre le concedieron el premio Nobel de la Paz— que ha alzado su voz para construir un país sin miedo. «Debemos trabajar juntos con determinación para demostrar a los responsables que las campañas genocidas no solamente fracasarán, sino que además supondrán la rendición de cuentas de sus perpetradores y que también habrá justicia para los supervivientes». Esa es la gran lucha de Murad, que los culpables sean capturados y penados y evitar que vuelva a pasar. Quiere que se cumpla lo que se prometió a sí misma en su libro «Yo seré la última». Rosa Ruiz Hay ciudades como Mosul o Faluya reducidas a escombros y hay que reconstruir las infraestructuras más básicas 54 Revista Española de Defensa Noviembre 2018


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